Corría el mes de octubre de 1946, mi abuela estaba en una tienda de telas, en Patronato; sociable como era, se puso a conversar con la señora del lado, quien le contó que quería comprar géneros para hacer la banda presidencial de su primo, Gabriel González Videla, que asumiría dentro de unos días. La conversación se puso interesante: la señora notó la preocupación de mi abuela por tener a los comunistas como aliados de los radicales, pero le dijo que no se preocupara: “Yo conozco a mi primo, y si los comunistas se ponen pesados los va a mandar con viento fresco fuera de La Moneda”. La historia posterior mostró que ella no solo era capaz de hacer bandas presidenciales, sino que tenía olfato político y sabía de qué hablaba.
Muchos se preguntan si hay alguna posibilidad de que nuestro Gabriel pudiera hacer algo parecido: sacar de su gobierno a los elementos más extremos, que en estos meses ya han mostrado que pueden hacer mucho daño al país. Así, vemos a diario que las principales dificultades del Gobierno no vienen de la oposición, sino de los comunistas y los sectores radicales, que incordian y hacen todo lo necesario para enemistarlo con la mayoría de los ciudadanos.
La información disponible no parece ser muy alentadora. De partida, Gabriel Boric sabe de historia y conoce el destino que se reserva a quienes osan propinar una fuerte derrota a los comunistas. Hoy nadie se pregunta qué hacía el PC en los meses previos a la dictación de la Ley de defensa permanente de la democracia (1948). Más allá del juicio que nos merezca esa medida, lo cierto es que González Videla, traicionado mil veces por sus aliados comunistas, ha pasado a la historia dominante como “el traidor”. Dudo que al Presidente Boric le guste la idea de quedar en los libros con un rótulo semejante, aunque lo suyo no equivalga a mandar al PC a Pisagua.
Además, no hay que olvidar su propia biografía, sus lecturas y amistades, ni su trayectoria como dirigente estudiantil y diputado. Todo eso hace muy difícil un cambio de rumbo y que elija entre una de sus coaliciones. Organizará las cumbres que sean necesarias, pero dudo que se incline por alguna; no al menos por el Socialismo Democrático.
Por último, es verdad que su apoyo ronda el 25-30%, pero eso no es poco si se tiene presente que esas son bases que lo seguirán hasta la muerte. Ellas siempre tendrán a mano una explicación para todo: la inflación está causada por las colusiones empresariales, los malos resultados se explican por las fake news de la derecha y si hay malestar se debe a que no se comunican bien las bondades del proyecto del FA/PC. No perdamos de vista que con un porcentaje semejante de incondicionales todavía es posible gobernar, aunque entretanto el país se caiga a pedazos.
No, no es fácil pensar en un cambio de rumbo. Todo parece indicar que esta bigamia se mantendrá hasta el mismo 11 de marzo de 2026. Tendremos que acostumbrarnos a que el Presidente Boric un día en la mañana dictará una medida que deje contenta a la centroizquierda y al resto del país, y esa misma tarde hará algo que complazca a Apruebo Dignidad. Y no se tratará de una debilidad del carácter, sino de una deliberada ambigüedad. Y si los integrantes de ambas coaliciones se pelean a cuchillo, él mirará para otro lado, no porque no sea capaz de advertir lo que sucede, sino porque en su estrategia no resulta posible actuar de otro modo.
Ahora bien, el hecho de que uno no se haga demasiadas ilusiones sobre un cambio de rumbo no significa que deba permanecer inactivo. Hay, al menos, dos cosas que me parecen fundamentales. La primera es conseguir que las fuerzas que estuvieron detrás del “Rechazo” cultiven muy buenas relaciones entre ellas. No hay que permitir que el FA/PC enrarezca el clima político, porque en un escenario semejante solo puede perder Chile.
No olvidemos que el deterioro que cabe esperar en los próximos años no podrán arreglarlo ni la derecha ni la centroizquierda por sí solas. Será necesario llegar a grandes acuerdos y, especialmente, tener el valor de decirle la verdad al país. Proceder de otro modo permitirá quizá ganar la siguiente elección; sin embargo, dejará la puerta abierta a una nueva aventura frenteamplista, pródiga en promesas. Nada nos ahorrará el durísimo trabajo que se requerirá para restaurar el orden público y echar a andar de nuevo la economía, y esto hay que decirlo claramente.
En segundo lugar, aunque parezca contraintuitivo, pienso que resulta imprescindible cuidar la figura del Presidente Boric. Si está debilitado y carece de todo prestigio, no podrá dar un golpe de timón en beneficio de Chile ni aunque lo quiera. Si solo ve adversarios que le muestran los colmillos, jamás estará dispuesto a hacer un cambio que parecerá un salto al vacío. Él debe saber que puede reemplazar ese 25-30% de incondicionales por otra gente que quizá no gritará tanto, pero sí estará dispuesta a apoyarlo.
Y aunque Gabriel Boric decida mantener el esquema actual —esa bigamia plagada de deliberadas indecisiones—, tampoco es bueno para el país que caigamos en una situación como la del Presidente Pedro Castillo, en Perú, donde nadie, absolutamente nadie lo respeta. No nos perdamos: nos guste o no, tenemos que cuidar al Presidente.