Tienen que ver con el sol. En el cerro Dominador del desierto de Atacama, 10.600 helióstatos redirigen los rayos solares hacia una torre de 250 metros, 50 metros menos que el edificio del Costanera Center en Santiago. El sistema produce electricidad.
Los helióstatos son espejos muy precisos.
En Israel vi el sistema por primera vez. Mirar cómo los seres humanos capturamos así el sol, prácticamente incendiando la punta de la torre a la que automáticamente dirige la luz cada helióstato, hace pensar en esa lupa con la cual de niños encendimos un papel. Y comprendemos lo que vemos.
Vemos un punto capturador de esa energía que luego viaja por conductores a la red de distribución eléctrica. Nuestro sistema de Atacama es capaz de abastecer unos 360 mil hogares.
Necesita territorio, eso sí.
Cada uno de los miles de helióstatos ocupa 140 metros cuadrados, casi 12 metros por lado, si fueran rectangulares.
No pueden ser así porque recogen la luz del sol que recorre el cielo y la dirigen a un solo punto estático. Automáticamente, gracias a computadores y motores.
Mejora cada día la técnica de fabricación de espejos, que en los telescopios astronómicos son deformables. Quizás qué ocurrirá con las aplicaciones nuevas de espejos y de helióstatos. Manejaremos la luz, los fotones y nuestra visión mejorará.
Por ejemplo, en nuestras casas.
La semana pasada, un equipo de 16 investigadores, profesores y alumnos de la U. de Córdoba, España, presentó un sistema con helióstatos. Redirigirían, desde el techo de la facultad, la luz solar para iluminar el interior (https://bit.ly/3yGM3yj).
Las salas, sin ventanas, del edificio Leonardo da Vinci, requieren luz artificial 11 horas del día.
Aprovecharon aplicaciones simples, como el sistema Arduino que nuestros jóvenes estudian en sus clases de informática. No los arredraron las dificultades: programar los helióstatos para que siguieran al sol en todas las estaciones del año, y desviaran la luz hacia las salas interiores; o instalar sensores de luz que dieran órdenes al sistema de luz artificial para que opere si baja la intensidad lumínica.
Y estudiar si el sistema elaborado bajaba el consumo de electricidad.
Las salas iluminadas con la luz de los helióstatos consumían un 64% menos que las que recurrían solo a la luz artificial.
Publicaron un primer trabajo en agosto (https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/36015757/ que nos hace recordar ese lema de que “la ciencia nos cambia la vida” y nos abre expectativas pacíficas para el futuro.
Y por eso, si uno se da el tiempo, podrá seguir la conferencia de “ScienceEurope” sobre ciencia abierta que comienza mañana a las 4 am hora de Chile en Bruselas. Inscripciones en https://bit.ly/3S3dNUo.
Este es un proceso global. La ciencia abierta, para simplificar y traer a la vida cotidiana, lo complejo, como los helióstatos, como la energía del sol.