Tres premios Nobel: Medicina, Física, Química, me tocan.
El de Química, un proceso para unir moléculas (“con un clic”) que abre puertas a la intimidad en los seres vivos, a fabricar productos como fármacos, a seguir a estos en su trayecto dentro del cuerpo.
El de Física, que aborda lo más raro de explicar: el entrelazamiento cuántico entre partículas separadas. Los galardonados demostraron ese entrelazamiento experimentalmente.
En Medicina, el descubrimiento: descifrar el genoma de fósiles.
Lo logró Svante Pääbo, sueco, 67, quien, según un reportaje (New Yorker, 8 de agosto de 2011), trabaja junto a un facsímil de esqueleto de un neandertal, extinto hace 30 mil años.
Pääbo comenzó a interesarse en los 80, antes de doctorarse, en el ADN de las momias. Logró detectar el ADN, el código genético, de dos momias de dos mil años.
“Me decían que no me metiera en un tema que parecía una especie de hobby”, cuenta. Persistió. Se concentró en animales extintos, como el moa de Nueva Zelandia.
Craig Venter, el secuenciador del genoma humano, comentó del trabajo de Pääbo: “En ciencia es una buena rareza cuando la gente se interna no solo por rutas únicas, sino que también productivas”.
En 2006, en Bonn, Pääbo acometió la búsqueda de ADN en el primer neandertal identificado. Se nos parecen, pero la pera disminuye, la frente tiene un declive y la nuca apunta más hacia afuera.
Superó grandes dificultades, “es como una montaña rusa”, dijo. Al final descubrió que los neandertales se habían mezclado con poblaciones de homo sapiens. No con todas. Hay más europeos y asiáticos con secuencias de ADN neandertal que en África, por ejemplo. No llegaron a Australia ni Madagascar. A Chile deben haber llegado con los europeos, o con los mapuches si estos proceden de Asia.
El ancestro común nuestro y de los neandertales habría vivido hace 400 mil años; el ancestro común de simios y humanos, hace unos 5 millones de años. Los humanos apenas tuvieron tiempo para diferenciarse de los neandertales.
Interrogo a Rolf Behncke, autor de “La evolución iluminando”.
“Este Nobel revela nuestra ignorancia. La cultura actual no tiene trama de referencia para comprender nuestro origen prehistórico a partir de la naturaleza”, responde, y agrega:
“¿Sabemos acaso que el origen del amor y de nuestra inteligencia están indisolublemente ligados al origen evolutivo de nuestro cerebro?
“Nuestro cerebro evolucionó traccionado por fuerzas de selección relacionadas con la viabilidad de la vida en familia. De la relación protectora madre-cría (hace 250 millones de años) hasta la familia grupal extendida de la cual surgió el lenguaje hablado hace unos 200 mil años, lo que nos constituyó como seres humanos. Nuestros genes son todos prehistóricos. La evolución nos otorga profundidad”.
Nada son, entonces, los 30 mil años que nos separan de los neandertales puros. El punto de origen está mucho más lejos.
Novel novedad.