El debate parlamentario avanza decididamente a un nuevo proceso constituyente, deliberando cuestiones como la manera en que se elegirán los nuevos convencionales, la función de los expertos asesores y la definición de algunos límites sustantivos. Sin embargo, si queremos aminorar el riesgo, siempre presente, de un segundo fracaso, el debate de opinión pública necesita abordar también otras cuestiones más sustantivas. Enumero cuatro acerca de las cuales debiera generarse algunos consensos, como condición necesaria de tener, esta vez, un texto que termine por convencer a la ciudadanía.
Uno: ¿Qué falló en nuestro sistema político hasta conducirnos al 18 de octubre y hacer caer la Constitución vigente? Si no respondemos esto, difícilmente acertaremos sobre el cambio institucional que necesitamos. Igualmente requerimos explicarnos qué causó el rechazo tan mayoritario a la propuesta de la fallida Convención, en condiciones en que ella fue electa y acordó todas sus normas por dos tercios. Sin eso, podrían repetirse los errores.
Dos: Toda Constitución exitosa requiere descansar en un cierto acuerdo nacional; no digo uno vinculante que escriba bordes obligatorios para la Convención por venir. Me refiero a ciertos consensos fundamentales, a algunas ideas fuerza acerca del orden social y político deseable arraigadas en la sociedad, que sirvan de cimiento a la nueva ley fundamental. ¿Existe hoy en Chile ese consenso? Ciertamente, todas las fuerzas políticas responderán que sí y agregarán que el contenido de ese consenso coincide con su propio ideario. Me temo que, si nuevamente los convencionales se autoperciben como representantes de su propio grupo político y van a la nueva Convención a introducir el máximo de su ideología en el texto constitucional, repetiremos otra Convención fallida. Resulta urgente generar un clima de patriotismo constitucional, en que entendamos a este texto no como el lugar de triunfo de nuestro ideario, sino como el espacio común, donde todos se sientan cómodos. Desde esta perspectiva, la pregunta para los convencionales no es ya cuál es la estrategia de negociación para lograr que la Constitución resultante sea la que mejor refleje su ideología, sino cómo deliberamos en conjunto acerca de cuál es el texto que, augurando alta aceptación en el plebiscito de salida, resulte mejor para encauzar el quehacer político futuro a solucionar los problemas sociales de Chile con legitimidad y eficacia. En suma, girar desde la lógica de la negociación a la de la deliberación y desde la de la militancia a la del patriotismo.
Tres: Un patriota constitucional podría perfectamente concluir que no encuentra un vasto consenso en la sociedad chilena en el cual cimentar un texto constitucional. Pensar que entre los aires refundacionales que llevaron a la elección del actual Gobierno y los conservadores que adherían a Kast, no hay muchos puntos en común. ¿Se puede hacer una Constitución que sea no solo tolerada, sino incluso apreciada por ambos grupos en este escenario?
Incluso más, este patriota constitucional escéptico podría pensar que no solo existen fuertes divergencias, sino, además, constantes cambios en los sentidos del viento de la opinión pública, que hacen ilusorio pensar en consensos estables, por lo que nada garantiza que los pocos que puedan existir hoy permanezcan mañana. Obligados como estamos a escribir una Constitución en tiempos confusos e inestables, forzoso sería preferir una que sea capaz de procesar bien las diferencias y descartar una que pretenda resolverlas.
Cuatro: ¿Para qué existen las constituciones? Muchos ven en estos textos la arquitectura del poder. Otros las entienden como el receptáculo de sueños de un país mejor. Por cierto, hay mucho espacio entre esos dos extremos. Con todo, los modelos sirven para instalar un debate necesario. Tener una idea acerca de la función social, política y jurídica que debe cumplir una Constitución parece un requisito indispensable para ponerse a escribir una.
Los partidos políticos definirán los candidatos a la nueva Convención. Ninguno de ellos tiene una respuesta elaborada y unívoca frente a preguntas como las planteadas. Para alcanzar una próxima buena y nueva Constitución, más importante que el hecho de que una mayoría de convencionales sea de izquierda o de derecha, será la forma en que ellos respondan preguntas como las anteriores. Ojala este tipo de debates pueda instalarse antes que debamos elegir convencionales y se inicien las deliberaciones en la próxima Convención Constituyente.
Jorge Correa Sutil