“Cuando entré de voluntaria aquí, no sabía lo que era una hoja”, me dice Vanezza Morales, candidata a doctora en la U. de Chile. Botánica, geógrafa.
Celebramos el cumpleaños 192 del Museo Nacional de Historia Natural, en la Quinta Normal.
Ella lleva 14 años ligada al museo, “entré a ayudar en el laboratorio de la Sra. Mélica Muñoz, de ella aprendí todo”, me dice. Y le tiembla la voz.
La Sra. Mélica es un talismán de la botánica chilena. Dirigió muchos años la Sección Botánica del Museo, con grandes logros. Hoy es “curadora emérita”, sigue en acción. Apuntó a la joven Vanezza Morales, ya magíster en biodiversidad de la U. de Edimburgo, diciéndome: “Es una discípula mía”.
No es poca cosa ser discípula de la Sra. Mélica Muñoz, eslabón de una cadena de investigadores quienes, desde antes de la Independencia, recolectaron y clasificaron la flora del país.
Víctor Ardiles, actual jefe de la sección botánica, habló de la primera muestra recolectada, en 1828. Pero hace décadas, cuando dirigía la unidad botánica, la Sra. Mélica me llevó sigilosa a un kárdex, sacó una carpeta, y me dijo: “¡Esta muestra la trajo José Toribio Medina del Archivo de Indias en Sevilla!”.
(En 1992, cuando entrevisté a la directora de ese archivo, que data del siglo 18, me dijo: “¡Ud. viene de Chile, de ese ladrón de Toribio Medina!”).
En el video https://bit.ly/3RQbt3V Jimena Arriagada, administradora de colecciones del área botánica, nos recorre por los grandes investigadores de nuestra flora. Asombroso.
Personas que miraron las plantas y fueron viéndolas. Mirar y ver.
Le cuento a Vanezza mi experiencia de caminar por un cerro en Cautín junto a una doctora en botánica que, de repente, se inclina y recoge una plantita. “Esto viene de India”, me explica. Y todo ese cerro, para mí, adquiere vida, como superficie de mar.
“Mirar y ver”, me dice ella. Nombrar.
Existe una cadena de bautizadores: Louis Feuillée (siglo 18), Hipólito Ruiz, con 300 láminas en el siglo 18, da el nombre al copihue; seis tomos de Antonio José Caranilles (siglo 18). Eduardo Poeppig, Joseph Dalton a inicios del 1800. Y Juan Ignacio Molina, de Villa Alegre, quien en 1766 publica el Compendio de historia y geografía del reino de Chile.
Aparece la flora de Juan Fernández e Isla de Pascua en 1830. Y, entre 1848 y 1865, Claudio Gay llega a publicar los 28 volúmenes y 2 atlas de la “Historia física y política de Chile”.
Los siguen Rodulfo Philippi y su hijo Federico (entre 1853 y 1889) que clasifican miles de ejemplares. El 90% de ellos conservados en el museo hoy.
En 1942 asume la dirección del área botánica don Carlos Muñoz Pizarro, papá de la Sra. Mélica. Revisa 30.701 plantas del herbario. Publica. La belleza de sus ilustraciones recuerda a Marianne North, la inglesa que en 1884 ilustró nuestra fauna.
Y la cadena sigue. En Santiago, en Concepción. Me acerco a Víctor Ardiles, el director de botánica. Le pongo mi mano en su hombro. “Usted es el heredero”, le digo.
Heredero de dos siglos de quienes alguna vez descubrieron, como Vanezza Morales, la hoja. La hoja de Chile.