Debería levantarme a diario escuchando “Versos de ciego”, obra de Luis Alberto Heiremans:
“El que ganar quiere algo
Listo estará pa' perder
Porque en la vida, mi vida,
Siempre tendrás que escoger,
Ya que si gano perdiendo,
Gano las cosas sabiendo”.
Escuché a los actores Archibaldo Larenas y Mario Montilles cantar esos versos en 1961 y han acompañado mi vida. Yo recién salía del colegio. Tan duro que es escoger, siempre perdiendo para ganar.
Así también con las decisiones medioambientales: cuestan.
Es el caso de la minería submarina. Los mares cubren el 70% del planeta; el 80% de los suelos marinos no está cartografiado ni explorado. Pero son ricos; incluso se habla de filtrar el agua marina para ir separando minerales particulados que flotan como microscópicas pepitas de oro.
Pero ¿y qué le ocurre a los seres marinos?
Hace días, esta sección publicó la imagen del pez más grande en agua dulce: de casi 4 metros y 300 kg, una raya con púa. Autoridades lo marcaron, lo devolvieron al río Mekong en Cambodia y le entregaron USD 600 al pescador que lo trajo. Por cuidarlo.
¿Qué ocurriría con la vida si se permite la minería submarina? ¿Y qué nos ocurriría a quienes dependemos de las aguas?
Pidiendo más investigación, el Gobierno de Chile presentó a Naciones Unidas, el 16 de junio, una petición de moratoria de 15 años a la minería submarina. La autoridad en el tema, la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos, ISA (www.isa.org.jm), había señalado que podría ser 2022 el año en que se comenzara con la explotación.
Un país-isla de Oceanía, Nauru, con unos 11 mil habitantes, que ha agotado sus reservas de fósforo, presiona para levantar la moratoria a la minería submarina. Mineras internacionales estarían detrás de la petición de la isla.
La página de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos, ISA, organismo de la ONU, incluye dos interesantes publicaciones clave: “Los recursos minerales marinos, avances científicos y tecnológicos”; y “Cómo repartir equitativamente entre los países los beneficios financieros y económicos de la minería submarina”.
Pero los documentos son como libros de recetas antes de ir a la feria a comprar los ingredientes. Fijan un detallado marco jurídico sobre cómo estos bienes globales —también de los Estados mediterráneos— deben repartirse equitativamente y, además, cuáles son los recursos y su explotación más los beneficios que traerían.
Concluí que se sabe mucho más de lo que imaginaba, pero no lo suficiente. Las publicaciones declaran los vacíos de conocimiento junto con las urgencias de extraer minerales del mar.
Es lo que alegó el Gobierno de Chile cuando intervino pidiendo esperar 15 años antes de permitir la minería submarina. Hay que acumular más información, dice.
Escoge la biodiversidad… y pierde algo. Pierde la explotación de nuestro propio fondo marino, cuyas riquezas están apenas esbozadas. Y pierde la posibilidad de aplicar nuestras habilidades mineras en aguas internacionales.
“Porque en la vida, mi vida,
Siempre tendrás que escoger,
Ya que si gano perdiendo,
Gano las cosas sabiendo.”
La audaz proposición pasará a votación del resto de los países.