Algunos nietos desarrollaron la capacidad de mentir sin que se les note. Uno, de 4 años, exclamó en mayo: “¡Mira, alguien se comió los quequitos!”.
Mi mujer le dijo: “¡A ver, mírame y cuéntame!”. Él, impávido, repitió la denuncia.
En mi caso, si en mi curso se perdía algo y el profesor jefe preguntaba: “¿Quién lo tiene?”, me sonrojaba, aunque inocente. Mi nieto carece de esos sentimientos de culpa. Y ni su mirada ni su piel lo traicionan.
Todo esto a propósito de un despacho por Medscape en español (https://bit.ly/38ElRue) que asocia los problemas de la piel, el órgano más pesado del cuerpo, con las reacciones neurológicas. Relata un simposio en Buenos Aires sobre “psicodermatología”.
Le pregunto a la dermatóloga Natacha Quezada, profesora en la U. Católica, cómo es que los males dérmicos reflejan situaciones psicológicas.
“Claro que sí, el sistema neuronal y el sistema dermatológico se originan en el ectodermo. Tienen el mismo origen, se influyen mutuamente”.
¿Y a diario le llegan pacientes con enfermedades dermatológicas de origen neurológico?
“Todos los días”, me sorprende. Y me habla de la relación de la piel, el sistema inmune y la psiquis.
Me quedo estacionado en el origen que ella menciona: el ectodermo. Me entero de su descubrimiento, al comenzar el siglo XIX, como la más externa de las tres capas del huevo recién fecundado, en los animales.
Estudio que las células del ectodermo van diferenciándose: las que forman el sistema nervioso, constituyen un grupo, y las que serán la piel y el esmalte dental, el otro grupo.
Fascina la especialización de las células del embrión. Como explica la doctora Quezada, el sistema neurológico está emparentado con el sistema dermatológico. Como si dermis y psiquis fueran dos frutos nacidos en el mismo árbol, como la breva y el higo.
Como unas tías gemelas: se enfermaba una y la otra caía a la cama.
Le pregunto a la doctora cómo ella invita al enfermo a tratarse con un terapeuta como un psiquiatra o un psicólogo.
Le explica el tema, cuenta; hoy, los pacientes aceptan tratarse: ha disminuido el estigma que perseguía a los clientes en psicoterapias.
Es que la piel es un órgano fundamental, me enseña la doctora, importante para la inmunidad y relacionado con las emociones. El estrés producto del covid-19 ha llevado a un aumento de los cánceres a la piel, me cuenta.
“La piel es la que habla”, sentencia, con una enfática pasión por su tarea.
Esta ligazón entre dermatología y neurología es como un matrimonio largo, con etapas, y hasta que la muerte los separe. Los desperfectos van apareciendo como las arrugas en el rostro.
Por eso, una recomendación de la doctora: acudir al dermatólogo por lo menos una vez al año. A veces uno recomendará solo cremas y píldoras, otras veces, con la sugerencia de sincerarse con otro especialista.
Y sin dermatólogo al alcance, el médico general sabe de esta conexión piel-psiquis. Y puede sugerir cremas y algo más.