“¿Y qué es un agujero negro, Tomás?”
Mi nieto de 11 años me contesta: un hoyo que se traga todo, luz, materia, todo.
Le sugiero que vea en la tele el agujero negro Sagitario A*. Me dice “Ya”. Lacónico.
Paulina Lira, Patricio Arévalo y Nelson Padilla anunciaron en 2014 en su libro “Agujeros negros en el universo” el esfuerzo por fotografiar el agujero negro Sagitario A*, al centro de la galaxia. Hoy está logrado y se celebra.
El astrofísico Angelo Ricarte, del Centro para astrofísica de Harvard/Smithsonian desmiente a Tomás, en conferencia de prensa dada en Washington (https://bit.ly/37FbsxR): niega que un agujero negro sea como un remolino en el mar, que traga y traga.
Los agujeros negros, dice, dominan una región relativamente pequeña, de unos diez años luz. Las galaxias miden 100 mil años luz de diámetro. Por eso resulta tan difícil encontrar un agujero negro.
Pero cuando se lo fotografía, como ocurre con el Sagitario A*, es una mancha negra, que succiona la luz. Solo aparece un perímetro, de gases y rayos.
Un curioso le pregunta a Ricarte si el agujero negro tiene que ver con los túneles de gusano. Los túneles de gusano serían pasajes secretos ubicados en diferentes lugares del cosmos por los cuales uno podría pasar a otro universo paralelo.
Ricarte le contesta dudoso, porque la astronomía no sabría distinguir bien un túnel de gusano de un agujero negro. Pero reafirma la presencia casi segura de un agujero negro por cada gran galaxia.
En conferencias simultáneas en diversos lugares del mundo, los científicos explicaron lo difícil que había sido llegar a la imagen del Sagitario A*. El anterior agujero negro fotografiado en 2019, el M87, pavimentó la ruta para que ganaran el Nobel de Física 2020 Roger Penrose, Reinhard Genzel y Andrea Ghez.
Y esto nos lleva a Robert Oppenheimer, que en 1939 trabajó en la descripción de una estrella de neutrones y predijo que si ella alcanzaba una masa 3,2 veces de la de nuestro Sol, podría colapsar en un campo gravitacional que absorbería hasta la luz. El físico John Archibald Wheeler, que visitó Chile en 1988, es el responsable del bautizo “agujero negro”, formulado en 1967.
Es un buen nombre. Detrás de él se agazapan horas de cálculos y observaciones, vidas de científicos, noches de observación astronómica. Y también, Albert Einstein, entre otros. Y, como se vio al comienzo, mi nieto Tomás lo entiende.
En su libro “La física como metáfora”, Roger S. Jones alega que el poeta que construye una metáfora para explicar algo revela el hilo conductor que atraviesa las puntadas, colores, y pautas del tejido cósmico. La metáfora une la conciencia con el conocer. Encarna el cálculo.
Después, los detalles; el negro absoluto.