Julieta Jouannet, de 11 años, introduce sus manos en un cajón con arena blanca, un paralelepípedo de un metro por un metro por 0,3 m. Un haz de luz cenital cae sobre el cajón, proyecta curvas de nivel sobre los montes y valles en la arena. Cuando Julieta aplana una montaña, el sistema lo detecta y cambia la proyección; llueve sobre la zona aplanada, cambian las curvas de nivel, el agua corre y se deposita en los valles formando lagunas.
Estamos en el pabellón del Servicio Aerofotogramétrico de la Fuerza Aérea, en la Feria Internacional del Aire y del Espacio, Fidae, que terminó ayer.
Julieta, nativa digital, entiende de inmediato el juego y diseña ágil en la arena planos en 3D con las curvas de nivel que siguen a sus manos.
La Fidae concentra sueños y avances tecnológicos, máquinas de guerra y de paz. Estruendos de aviones. Acróbatas trazan figuras con las estelas de humo. Miro los misiles y no puedo dejar de pensar en Ucrania.
A veces parecen juguetes. Me entusiasma el pabellón UAV Latam, con sus drones que detectan follajes, construcciones, construyen mapas. Un dron cubre un radio de 15 km; otro, de 50 km; otro, de 40 a 120 km. Todos alcanzan sobre los 5 mil metros sobre el nivel del mar. Para la industria, para la inteligencia.
En el pabellón de la Asociación Chilena del Espacio (www.achide.org), Mario Esquivel, uno de los directivos, me cuenta cómo el tema atrae a nuevas generaciones. La presidenta, la abogada Loreto Moraga, no había nacido cuando Neil Armstrong pisó la Luna. Los asociados provienen de todo Chile. Astroingenieras, astronautas, abogadas, ingenieros interesados en la minería espacial.
Además del pabellón, la gente de Achide aportó a la Fidae en un seminario sobre el espacio. Allí escuché a Sean Dougherty, canadiense, director del radiotelescopio ALMA, plantearse frente a un tema que también preocupa a la asociación: cuidar el silencio del radioespectro.
Tal como los telescopios ópticos requieren oscuridad, los radiotelescopios requieren ausencia de señales de radio para así poder percibir sin interferencias las ondas que emiten los objetos del universo.
Sean Dougherty está en alerta por las nuevas constelaciones de satélites artificiales que emiten señales que anulan y hasta estropean los radiotelescopios. Las peores situaciones se producen en tierra por estaciones receptoras de señales de esos miles de satélites. Dougherty se siente tranquilo, porque la Subsecretaría de Telecomunicaciones ha autorizado una estación a 540 km de ALMA y no la afecta. Pero si estuviera 60 km más cerca, el problema sería grave. La relación con la autoridad resulta esencial.
Una ráfaga me impulsa al exterior para ver un F-16 chileno ascender en 90º, pienso en los años de entrenamiento del piloto, que bambolea su nave y luego se tira en picada a ensartar la tierra.
Me subo al bus. Afuera del recinto, quienes no pueden pagar la costosa entrada aprecian gratis las maniobras y piruetas aéreas. Debería haber traído a mis nietos.