El director de TV y profesor de teatro y cine Hugo Miller describía las series de TV gringas: “Al primer minuto uno sabe quién es el bueno, quién el malo y cuál es el conflicto”. Simple.
De niños íbamos al cine a ver seriales; los indios eran los malos. Al poco tiempo, los malos fueron los alemanes y japoneses; después, en el cine estadounidense, los rusos.
Hoy en EE.UU., científicos chinos o de procedencia china sufren la acusación de que espían para Beijing.
Y los judíos, los negros, también los mapuches, los musulmanes, los cristianos, los chinos, los latinos, los gordos, los albinos… parias, en algún momento, “malos”.
Y ¿qué ocurrirá con los rusos en este cine mundial?
Los científicos rusos han sido sancionados. Científicos ucranianos y muchos políticos indignados con la invasión a Ucrania han presionado para cerrarle puertas a la ciencia rusa.
Empero, circula desde hace tres semanas la declaración antiguerra de 5 mil académicos, investigadores y periodistas científicos rusos, incluyendo a 130 miembros de la Academia rusa de ciencias: “El aislamiento de Rusia implica la degradación cultural y tecnológica de nuestro país”.
Las sanciones a científicos rusos, por ejemplo, expulsándolos de la Organización Europea para Investigación Nuclear (CERN), recibieron la respuesta del Ministerio de Ciencia y Educación Superior del gobierno de Putin. Ahora, las publicaciones en las dos principales bases de datos científicas, “Scopus” y “Web of Science”, no pesarán en la evaluación de sus autores. Y los científicos rusos no participarán en conferencias internacionales en 2022.
La “Web of Science” cerró su oficina rusa y no evaluará artículos de Rusia o Bielorrusia. En cambio, la revista Nature no quiere publicar sobre el boicot a la ciencia rusa, no se presta para bloquear el intercambio académico.
La Academia de Ciencias de Chile pidió abrir puertas a los científicos víctimas de la guerra. Se incorpora así a una diplomacia de las ciencias que recuerda las históricas invitaciones chilenas a científicos extranjeros, como Andrés Bello, Ignacio Domeyko, Claudio Gay, para comenzar.
El territorio de la investigación es mundial. Asombra la tripulación de la Estación Espacial Internacional, en órbita con rusos y estadounidenses. Esfuerzos como esa aventura, como las que se viven en la Antártida, o en los telescopios del norte, o la producción internacional de vacunas, nos instalan en la humanidad. Y también en la diplomacia de las ciencias.
A comienzos de mes, la Academia diplomática Andrés Bello publicó el primer tomo de una serie: “Nuevos mapas para la diplomacia”, sobre diplomacia de las ciencias, política exterior. Allí, el rector de la U. de Chile, Ennio Vivaldi, escribe: “Debemos ser parte de una ciencia internacionalizada e inclusiva, que trascienda las brechas”.
La película de las ciencias se da más allá de los buenos y los malos.