Existe un vínculo directo entre la alimentación y la relación entre enamorados.
En la última revista Nature, científicos de la Universidad de California en San Diego, EE.UU., publicaron su investigación que podría titularse “Hambre de cópula”. Identificaron una molécula —la Dh31— en el intestino, que motivaría al cerebro a cambiar el comportamiento desde la búsqueda de alimento a la de relación de pareja. Esto ocurre después de una buena comida.
Lo experimentaron en un importante modelo para la ciencia: la mosca de la fruta.
La molécula Dh31 corresponde a una hormona diurética que el intestino descarga. Ella activa en el cerebro la expresión de la conducta de terminar con la comida y comenzar con el cortejo.
El descubrimiento confirma la relación entre el sistema gastrointestinal y el cerebro. Jing Wang, profesor de neurobiología, el autor principal, cuenta de su sorpresa por esta única molécula que “influye tan profundamente en las decisiones de conducta”. ¡Y en conductas tan importantes desde el punto de vista de la evolución!
Para demostrar su hipótesis, les suprimieron a algunas de sus mosquitas la capacidad de producir Dh31: comieron y comieron y comieron y pospusieron su relación sentimental. Luego, a otro grupo, les estimularon la producción de Dh31 y rápidamente las mosquitas se pusieron a cortejar.
Para su sorpresa, la Dh31 no se originaba en el cerebro, sino en el intestino.
El descubrimiento ayuda a comprender cómo los seres vivos eligen sus prioridades. Y pueden cambiar de una conducta que ayuda a sobrevivir, la alimentación, a otra conducta tan importante como el cortejo. El profesor Wang y su equipo abren el camino que estudia las relaciones entre el intestino y el cerebro.
El asunto me recuerda una entrevistada mía, una desconocida que abordé haciendo una encuesta callejera a mujeres mayores de 40. La publicó la Revista del Domingo en 1980. Mi editor de entonces, Luis Alberto Ganderats, me había encargado preguntarles: “¿Qué fue de su vestido de novia?”.
Fue una de las mejores preguntas que me ha tocado hacer en mi carrera periodística.
Inolvidable, una de mis entrevistadas me hizo sentar en un banco. Me dijo que su vestido de novia estaba a buen recaudo y me enseñó: “Le voy a decir tres cosas que salvan un matrimonio: la cama, la comida y la ropa”. Llevo más de 50 años casado.
Ahora, si ella supiera de la Dh31, tendría un argumento para relacionar amor y mesa. Tal como los enamorados de hoy que pueden decir: “Siento que se me sube la Dh31”.
“Guatita llena, corazón contento”, más claro, echarle agua.