La tendencia natural después de una derrota electoral es preguntarnos: “¿Quién es el culpable?” Sin embargo, hay unas preguntas bastante más útiles desde el punto de vista político y psicológico que las peleas absurdas que muchas veces presenciamos: “¿Cuáles son los méritos del vencedor?” y “¿qué podemos aprender de él?”. Si uno es incapaz de reconocer los méritos del adversario, muestra cortedad de miras y su tarea de buscar errores se tornará infructuosa.
Muchas razones nos dicen que el Frente Amplio lo hizo muy bien. De partida, mostraron la importancia de trabajar a largo plazo. Desde el triunfo de Miguel Crispi en la FEUC en 2008 hasta la elección de Gabriel Boric, pasó un buen tiempo que no fue un paseo triunfal. Tuvieron crisis importantes: en 2020 parecía que estaban afectados por los mismos males que el resto de los partidos y que comenzaba su decadencia. Pero no se desanimaron.
El trabajo a largo plazo se realizó en “los territorios”, como ellos los llaman. Consiguieron involucrar en la vida pública a mucha gente preparada y no se quedaron en sus oficinas en Ñuñoa o Providencia, sino que establecieron vínculos permanentes con las comunidades. Eso había sucedido antes en Chile con la incorporación de los Chicago Boys al servicio público y con el trabajo poblacional de la UDI noventera. La fórmula estaba probada.
Con todo, ellos no se limitaron a la labor en terreno. De su parte hubo toda un empeño por formarse. Es famosa la frase de Giorgio Jackson, cuando decía que en las protestas estudiantiles de 2011 “llevaban a Atria en la mochila”. Los frenteamplistas no se limitaron a decir: “Las ideas están, ahora hay que hacer cosas”. Se dieron cuenta de que la tarea de diagnóstico y comprensión de la sociedad, el conocimiento de las concepciones que influyen sobre nuestra cultura, aunque debe ser acompañada por el trabajo en la calle, resulta imprescindible para conseguir aciertos políticos. Esto no impide que tengan puntos ciegos, en particular su extremado individualismo (por ejemplo, en el retiro de pensiones, aborto, eutanasia), que no se resuelve con una retórica anti “neoliberal”.
¿Y qué decir del notable trabajo realizado en segunda vuelta, que les permitió movilizar a más de un millón de electores que estuvieron ausentes en la primera vuelta, especialmente mujeres? No nos engañemos, esas no pueden haber sido personas marcadas por el radicalismo e impregnadas de una fortísima carga ideológica. Si así fuera, no habrían permanecido pasivas con anterioridad. Era gente corriente, a la que consiguieron llegar con su mensaje que coincidió con la apuesta de Boric por la moderación. Esa fue una auténtica marcha del millón.
Lo dicho permite mostrar lo absurdo que resulta el pesimismo cuando las vías para salir de esta derrota están patentes. Hagamos un resumen, siguiendo lo que nos enseña el propio Frente Amplio.
En primer lugar hay que preocuparse de las universidades, que en buena medida están abandonadas a su suerte. Esto significa, entre otras cosas, que ya pasaron los tiempos en que los papás de centro o de derecha le prohibían a los hijos estudiar Historia, Literatura o Filosofía. Pueden seguir haciéndolo, pero no se quejen de que la cultura se les vuelva un terreno completamente ajeno y patrimonio “de los otros”, como suelen decir. El desprecio por la vida intelectual ha costado caro al centro y la derecha.
En segundo término, hay que trabajar a largo plazo, tanto en el terreno intelectual como en la formación de personas jóvenes que se dediquen al servicio público. ¿Acaso se requiere ser un genio para percibir que necesitamos muchos políticos jóvenes que tengan algo que decir en el espacio público, que eso no se consigue en un año y que debe haber instancias que los formen?
Es significativo, entre otros méritos del FA, que Boric haya cuadruplicado las donaciones de Kast para la segunda vuelta, y esa diferencia se notó y pesó en las redes sociales. Si uno no pone tiempo y dinero en algo, está claro que su corazón se halla en otra parte.
Termino con otro acierto frenteamplista, que nos permite descubrir un camino interesante para los años que vienen. ¿Hay algún lector que sea capaz de decir de memoria todas las agrupaciones que componen ese conglomerado? Yo no. El FA es una realidad muy heterogénea, donde conviven las más diversas sensibilidades. Pero fueron capaces de articularlas (aunque no sé cuánto les dure).
En el centro y la derecha también hay sensibilidades muy diversas, que constituyen una enorme riqueza para esos sectores; sin embargo, ninguna de sus candidaturas logró compaginarlas cabalmente. Kast se acercó más a la meta, y obtuvo una buena votación. En efecto, estuvo cerca de la de Piñera en 2017, aunque ahora estaban al frente Boric y un conglomerado lleno de mística.
¿Dónde encontrar en 2025 los sufragios que faltan? Hay un 44,42% de personas que no votaron. Para conseguir esos votos hay que entender que este no es un simple asunto de técnica electoral y, por supuesto, presentar un proyecto político que articule las diversas visiones de centro y derecha y que sea capaz de proyectarse en el tiempo. Para hacerlo, resulta más productivo el trabajo a largo a plazo que las peleas y lamentaciones.