En los años ochenta, con poca plata y muchas ganas, se vivían noches de ron Silver (rebautizado como el “ron suicida” por los Fiskales Ad-Hok) en el Garage Matucana y El Trolley. Después, de día, con los zapatos polvorientos uno enfilaba hacia los pocos sitios amigables y módicos de la época. Uno de estos era la Societá du Mutuo Soccorso Italia e L'Umanitaria Reunite, una casa añosa ubicada en Vicuña Mackenna, entre Rancagua y la Alameda, con un menú muy barato y muy italiano (ay, nuestras primeras pastas rellenas hechas a mano fueron de allí). Y era que no: su génesis, a mitad del siglo XX, fue para ayudar a los miembros de la colonia.
Hoy la casa sigue allí, con nueva administración en la parte comestible y un nombre propio: Da Franco. Y si bien hay aspectos muy favorables —un gran estacionamiento propio o la mayúscula y acogedora sombra del árbol en el patio delantero—, hay unos cuantos asuntos debatibles. Porque, aparte de los temas cocineriles de esta experiencia, la precariedad del mobiliario en la terraza puede haber sido más afín a uno mismo en los ya mentados años ochenta, pero los tiempos y los precios ya son otros.
Para comenzar, como el subtítulo del lugar dice “pasta y pizza”, se fue a por ello. El problema es que un evento del día anterior los había dejado sin pizzas… solo un par se habían librado, una de pimentones y otra hawaiana. Sobre esta última, digamos que este es un país libre, mientras ignoramos (aunque sospechamos al respecto) si existirá esa misma libertad en Italia para ponerle piña a la pizza. En fin. Y como no eran a la minuta, se optó por un mejor “no, gracias”.
Se pidieron unos camarones al pilpil (muy correctos, $9.000) y un Grande piato ($11.900), con una cama de rúcula sobre la cual venía una gran mozzarella, flanqueada de tomate cherry, trozos de parmesano, aceitunas variadas y prosciutto, que venía con las marcas de recién sacado del empaque. A los trozos de focaccia les faltó horno y les sobró una pizca de sal.
De las pastas, que sí había, se pidieron unos ñoquis con bolognesa ($7.200), en gran cantidad, buen sabor y nuevamente con su aporte a la hipertensión. Se pidió para llevar una lasaña de prieta, manzana y queso azul ($8.900), tal vez muy heterodoxa para la italianidad (pastas rellenas de prieta sí hemos probado en Argentina y Uruguay, que quede para el registro).
La cocina no fue muy presta que digamos en sus tiempos, aunque la atención no dejó de ser en extremo gentil (aunque igual algo dispersa, tal vez por el equipo televisivo que estaba grabando algo en plena hora de almuerzo).
Se terminó con café expreso solo, porque no tenían tiramisú.
Vicuña Mackenna 83, 26342500.