El clamoroso triunfo de Gabriel Boric, la suma de un millón y medio de electores que antes no habían votado, puede deberse a la buena campaña, a las poderosas figuras jóvenes que a ella se sumaron, y también al apoyo de viejos tercios que buscaron aportar su solidez al programa. No pretendo restar méritos a ninguno de estos factores. Solo quisiera señalar otro más: la cuestión de los estilos de vida. Es importante, a mi ver, porque puede explicar en parte por qué un Presidente electo con enorme mayoría tendrá que vérselas con un Congreso empatado.
Invito a pensar el cambio en los estilos de vida. En menos de treinta años, se han normalizado en todas las clases sociales comportamientos que antes se discutían apasionadamente. Los jóvenes ya no se casan, pasan a vivir juntos como parte natural de una relación, se casan más adelante si quieren establecerse y asegurar el futuro de sus hijos. A nadie se le ocurre cuestionar eso; solo en círculos extremadamente minoritarios. Las familias —bien por ellas— acogen y protegen a sus hijas cuando son madres solteras, acogen y acompañan a sus hijas e hijos homosexuales y a sus parejas. Quienes no lo hacen, pierden mucho y mal, porque se van quedando solos y se dan cuenta, tarde, de haberse equivocado.
Nada de esto es fácil para nadie. No es fácil (demasiado cambio en una sola generación, es como mucho para la programación neuronal). Mucho más difícil sería retroceder. El modelo de la familia Von Trapp está muy bien para la obra musical, pero en la actualidad es una sobreactuación. Quienes han pensado y trabajado y vivido los últimos cuarenta años pensando en el derecho de las mujeres a ser verdadera e íntegramente ciudadanas resienten la glorificación de una forma de ser que han dejado atrás, con notable esfuerzo en muchos casos. Quienes han amparado, y recibido con alegría, las diversidades presentes en su familia, difícilmente querrán marchar por una vuelta al pasado. Está bien, la figura de un padre autoritario es reconfortante, porque encarna ese “miedo a la libertad” que viene de un título de Erich Fromm. Pero ya no le tenemos tanto miedo a la libertad, al contrario.
No sirvió reconocer de los dientes para afuera los derechos de las mujeres, o de la diversidad, o de los inmigrantes. No sirvió incorporar a última hora a grandes figuras de mujeres, como Paula Daza y Evelyn Matthei. No cambiaba en nada el ADN de la candidatura de Kast. Él seguramente no es la caricatura innoble que circuló en las redes sociales. Sin embargo, es un hombre de verdad a la antigua, y la antigua ya no se sostiene. La sociedad ha cambiado sin esos caballeros. Los estilos de vida que la gente está dispuesta a aceptar no son los que originalmente propuso. Los cambios de última hora no lograron convencer.
Eso separa al candidato de la representación de la derecha en el próximo Congreso. Se los dejo como tarea para la casa. Para la derecha también.