El presidente electo no alcanzará a inaugurar el ELT, Extremely Large Telescope, en el cerro Armazones, Antofagasta. El telescopio, si todo va bien, verá su primera luz en 2027, cuando el recién elegido haya ya traspasado el mando.
Así, habrá también traspasado la responsabilidad que han construido sus antecesores desde el siglo XX: cuidar el tesoro astronómico que reconoce en Chile los cielos más límpidos del planeta.
El ELT, de la ESO, European Southern Observatory, financiado y ahora en construcción, será entonces el mayor telescopio terrestre, sus imágenes superarán las que entrega su “colega” espacial Hubble y con los otros observatorios del Norte, constituirá el centro mundial de la observación astronómica.
Sus espejos casi vivos, combinan 789 segmentos. No solo nos traerán las estrellas a casa, comprobarán la física, contarán la historia de cómo se fueron agrupando las primeras galaxias y abrirán más mundos.
Tal estructura requiere no solo astrónomos, también ingenieros, expertos en datos y otras disciplinas, como comunicadores.
El miércoles 15, el físico catalán Xavier Barcons, director general de la organización ESO, se inclinó sobre una mesa en los jardines de la institución en Santiago y, con una elegante lapicera dispuesta para él, firmó un acuerdo entre ESO y la ANID, Asociación chilena de investigación y desarrollo. El documento pasó luego a manos de Aisén Etcheverry, directora general de ANID, quien tomó otra lapicera y firmó a nombre de chilenos y chilenas. Invertirán 900 mil euros al año (unos $863 millones).
Financiarán proyectos de investigación en áreas no directamente astronómicas. Así formarán ingenieros, analistas de datos y técnicos para los nuevos requerimientos. Abrirán dos vacantes en el observatorio Paranal para preparar especialistas para el ELT.
Es “un futuro lleno de descubrimientos”, dijo Andrés Couve, el ministro de Ciencia, que celebró el avance.
Esta complejidad tecnológica, dijo el director general de la ESO, necesita una nueva forma de operaciones, de sustentabilidad financiera y social. Ya en el documento “Astronomía y sociedad” (https://bit.ly/3pSM9xu) detalló la alianza con nuestro país; el convenio recién firmado abre más ventanas. Y priorizará oportunidades para antofagastinas y antofagastinos.
Estos convenios son complejos, la subsecretaria de RR.EE., Carolina Valdivia, y Aisén Etcheverry comentaron el trabajo de dos años para coordinar la redacción y conseguir los recursos. La última elogió la maquinaria fiscal, lenta y cuidadosa: “Dos años es lo que toma cualquier proyecto, es mi experiencia”.
El ELT costará 1.300 millones de euros, cada uno se controla cuidadosamente.
Finalizada la ceremonia de firma del convenio, le señalé al director general de ESO que estaba dejando la solemne lapicera sobre la mesa. Luis Chavarría, responsable de ESO en Chile, se apresuró a pedirle que no la llevase: servirá para futuras ceremonias. Xavier Barcons, sonriente, obedeció.
Tal vez la use el nuevo Presidente.