Hoy termina una tensa espera. Algunos votarán llenos de entusiasmo; otros, a regañadientes, solo porque consideran que la alternativa contraria puede provocarle un grave daño a Chile. Probablemente la mitad del país permanecerá ausente o perpleja, sin mostrar ninguna preferencia; ni siquiera recurrirán al voto nulo o blanco, que son las manifestaciones tradicionales de rechazo de quienes tienen conciencia política.
Siempre se ha dicho que la democracia es el gobierno de la mayoría con respeto a la minoría. Pero si sumamos la abstención, los votos del perdedor, los blancos y nulos, resulta forzoso concluir que tendremos una democracia donde una minoría gobernará sobre una mayoría que la mirará con una actitud indiferente o de franca aversión.
¿Será capaz el nuevo presidente de darse cuenta de este hecho elemental? ¿O los aplausos de sus partidarios y la distancia ideológica respecto de sus adversarios lo cegarán por completo? ¿Cuánto estará dispuesto a respetar a esa mayoría que no habrá votado por él, que además es muy heterogénea y que solo tiene en común el hecho de no quererlo?
En un contexto así, hay al menos una cosa clara: el país no está para experimentos refundacionales.
En la política actual opera una lógica perversa, que explica en buena medida la animadversión que sufren estos candidatos. En efecto, para iniciar un proyecto político parece necesario conquistar un nicho, un electorado duro. Eso supone presentar mensajes de blanco y negro, provocativos. Lo vimos en los gestos de Boric, con su polera de mal gusto o su maltrato verbal a carabineros en la crisis de octubre de 2019. De parte de Kast no faltan los tuits cuya agresividad no coincide con el hombre afable de carne y hueso. Esas señales equívocas de uno y otro candidato han estimulado actitudes muy inapropiadas en algunos de los seguidores.
El problema es que la lógica de nicho sirve para iniciar la carrera presidencial, pero a poco andar pasa a ser una pesada mochila, como se ha visto en esta segunda vuelta. Así, los candidatos deben reconocer que su pasado los condena. Las malas maneras anteriores se transforman en una dificultad para ampliar la propia base electoral. Además, también constituyen un obstáculo para gobernar en el futuro: si uno no quiere navegar en aguas excesivamente tormentosas necesita tener adversarios benevolentes. Sin un mínimo de amistad política, o al menos sin el respeto de los oponentes, no hay proyecto de gobierno que pueda salir adelante.
La segunda vuelta ayudó a atemperar posiciones y a que ambos consideraran variables que estaban fuera de sus análisis. Pero a uno le queda la duda de si el presidente corresponderá al candidato de la primera vuelta o al que vimos en la segunda. Puede que ni siquiera él tenga una respuesta. En esta materia, la situación de Boric es especialmente complicada, porque sus bases históricas han replicado la actitud de “avanzar sin transar” que mantenían los sectores más radicales de la Unidad Popular. No en vano, apenas el candidato del FA/PC insinuó la posibilidad de que las AFP podrían sobrevivir durante su gobierno, Camila Vallejo salió a “interpretarlo” de inmediato, en una abierta corrección.
¿Es ese un anticipo de lo que sería su eventual gobierno o solo el lamento de unos comunistas que saben que después de las últimas elecciones ya no hay espacio para muchos de sus proyectos? La fisonomía del gabinete de JAK parece más o menos clara. La de Boric es una incógnita. Eso no ayuda a que los votantes puedan tomar decisiones informadas.
En este tiempo hemos visto que una parte importante de la izquierda no perdona. Cualquier voz mínimamente disonante es castigada con saña. En su mundo no cabe albergar la menor duda. Para ellos, esta es una elección entre democracia y fascismo, y quien se atreva a hacer un par de preguntas que contribuyan a una deliberación libre de dominio resultará severamente castigado.
Augusto Del Noce advertía sobre la utilización tramposa del adjetivo “fascista”. En vez de aludir con él al fenómeno histórico que tuvo lugar bajo Mussolini, se emplea como una etiqueta para descalificar a ciertas figuras molestas para la izquierda. Ese filósofo italiano democratacristiano llamaba “fascismo demonológico” a este fraudulento mono de paja.
También hay asuntos más prosaicos en esta campaña, pero muy ilustrativos. Boric ha conseguido cuatro veces más recursos económicos que Kast para enfrentar la segunda vuelta. Esto nos muestra que ya pasaron los tiempos en que la izquierda era pobre. Como en otros países, también en Chile la izquierda proletaria ha sido desplazada por la izquierda burguesa.
Un dato final muy ilustrativo: en el acto de cierre de campaña de Boric tocaron cantantes o grupos como Ana Tijoux, Chancho en Piedra o Illapu. En el de Kast, en cambio, estaban Los Charros y también Pachuco y la Cubanacán. Claramente eran dos Chiles, cada uno en su nicho. La cosmopolita Izkia Siches rasga vestiduras porque la gente inculta que tiene enfrente no comprende que cuando uno canta “que se muera Kast” es una obra de arte. Son dos mundos que se ven recíprocamente como extraños. Para hacer un mix entre ambos se requerirá un artista de gran talento. En los próximos años vamos a saber si lo tenemos.