El sábado 6 de noviembre fue el Día de la Antártica Chilena. En 1940, en esa fecha, el Presidente Pedro Aguirre Cerda firmó el Decreto 1.747, fijando los límites de un territorio de 1.250.257,6 km{+2}.
Conocí la Antártica.
Salí a caminar a solas, como extraterrestre. Ningún ser humano debiera trasgredir esa pureza de blancos, vientos, mares, nubes y aves agresivas. Aplastaba ese silencio que brota desde adentro, como si uno estuviera, por segundos, muerto.
Y esto era territorio chileno. Del mundo, pero chileno.
El canciller Andrés Allamand destacó, en la revista Diplomacia, de la Academia Andrés Bello, algo asombroso: ¡El navío chileno “Dragón de Valparaíso” descubrió el continente polar en 1820!
Antes, Óscar Pinochet de la Barra (1920-2014), prócer de la Antártica, escribió que el Presidente Aguirre Cerda solo precisó la extensión del territorio: nuestros derechos de dominio ya existían.
El dominio lo han ido estableciendo personas. Recuerdo a Bernardo O'Higgins; antes, Alonso de Ercilla; otra gente. Exploradores, cazadores, aventureros.
La abogada María Luisa Carvallo describió en Diplomacia algunos involucrados. Por ejemplo, Miguel Serrano. Él había acompañado, en 1948, al Presidente Gabriel González Videla en el primer viaje que un Jefe de Estado hacía a la Antártica.
En 1956, Serrano era el embajador de Chile en la India.
Conversó con el Primer Ministro Jawaharlal Nehru, que quería internacionalizar la Antártica vía Naciones Unidas. Le dijo: “Somos un país muy pequeño, Excelencia (…) y un país pequeño, para poder sobrevivir en este mundo, solo tiene una cosa que preservar: el Honor y el Sueño de un Ideal. Si perdemos eso, lo hemos perdido todo y cualquiera podrá pasar por sobre nosotros. ¡La Antártica para Chile es el Honor, es el Sueño! Ud. lo entiende. Retire la moción”.
Nehru le habría respondido “… la India tendrá muy en cuenta el Honor y Sueño de Chile!”. En 1958, retiró la moción. Un año después se aprobaría el Tratado Antártico, más fácil de redactar entre quienes reclamaban derechos. Rige aún.
En más de seis décadas, ¡tanto acumulado en Chile y en el mundo sobre el tema! Tantas y tantos especialistas. Tanta tecnología. Y ahora la COP26, con la Antártica como sensor del cambio climático, como amenaza de aumento del nivel de los océanos. Parte del problema, parte de la solución.
En Diplomacia, un artículo de Gino Casassa y Ricardo Jaña da cuenta de las plataformas flotantes, la pérdida del hielo continental marino. Cifras, no generalidades.
Los chilenos, herederos de nuestros visionarios, como Óscar Pinochet, como sus sucesores en el Instituto Antártico, como Pedro Aguirre Cerda, como Francisco Coloane… hoy rinden cuentas al mundo.
Dice el relato de la firma del Decreto 1.747 que el Presidente Aguirre Cerda dijo poco, pero habló con sus ojos pícaros. Vislumbraba que el país abrazaría estos territorios para compartir sus secretos cada vez más complejos e influyentes.
Muchos colores forman el blanco.