Cortarle la cola a una lagartija es un trascendental experimento infantil. El reptil regenerará una nueva.
¿Por qué no podemos regenerar nuestro riñón enfermo? ¿O nuestro corazón?
Imposible aún; por eso necesitamos los trasplantes, que requieren donantes recién fallecidos.
Adaptar órganos de chanchos para reemplazar los humanos es otra vía que resultó este mes en EE.UU. Autorizada por su familia, a una persona que quería ser donante y estaba con muerte cerebral se le injertó un riñón porcino genéticamente modificado y, por horas, funcionó bien. Un paso más.
Otra vía se cocina hace casi un siglo: imitar a la lagartija, regenerar tejidos.
La aventura médica, que involucra a biólogos, químicos, ingenieros, tiene entre el listado de sus colaboradores a Charles Lindbergh, el primer piloto que voló solo sobre el Atlántico, en 1927.
Su cuñada sufría un estrechamiento de la válvula mitral, en el corazón. Con el Dr. Alexis Carrel, Nobel de Medicina 1912, fabricaron la bomba que salvó a la enferma. De ahí siguieron investigando para cultivar células cardíacas que pudieran trasplantarse. O sea, regenerar tejidos.
La esperanza es —como escribe el doctor Paolo de Coppi, del University College de Londres, en Pediatric Surgery—, comprender cómo cultivar tejidos y órganos en forma eficiente a partir de células madre. Así, habrá mejores alternativas ante las fallas del cuerpo (bit.ly/311C6O1).
“La ciencia avanza hasta donde uno imagina”, decía el doctor Judah Folkman, en 1971. Ingenieros, biólogos, cirujanos trabajaban en su laboratorio en Boston. Desde entonces, en medio siglo, el avance es grande.
Para regenerar órganos, los médicos toman uno de un cadáver, lo despojan de sus células, dejan solo el tejido conectivo. Queda la matriz, como un fantasma del órgano.
Asombra ver, por ejemplo, una matriz de pulmón inhalar y exhalar. Le insertan células del paciente. No cualquier célula, sino células como las de la médula ósea: pueden evolucionar para transformarse en cualquier parte del cuerpo.
Como jardineros sus plantas, los médicos cuidan estos órganos hasta que, desarrollados, asumen su función y los insertan en el cuerpo. Entre tanto, esa función se ha mantenido en forma artificial. El cuerpo renovado no rechaza el órgano; no necesita inmunosupresores.
La regeneración podrá ser más barata y oportuna que el transplante. En Chile, 2.340 enfermos esperan un órgano; 2.130, un riñón.
Investigamos el tema en centros de medicina regenerativa en distintas universidades y clínicas: Odontología en la U. de Chile ve la renovable boca; la U. Católica desarrolla su Instituto de Ingeniería Biológica y Médica; la U. de los Andes alberga un fuerte centro; Medicina de la U. del Desarrollo con la Clínica Alemana aplican el tema a humanos y a abejas, la Clínica Las Condes regenera tejidos.
Es como soldarle una matriz de cola a la lagartija, inyectarle células del reptil y ayudarlas a que crezcan y alcancen su identidad, en la punta.