Que el modelo se agotó o para los más extremos que el modelo nunca sirvió. La consecuencia de ello: que el modelo se debe reemplazar. Pero, ¿qué entendemos por el modelo? En simple y en dos palabras: libertad económica. Sectores más extremos hablan de capitalismo salvaje para el caso chileno en vez de hablar de libertad, pero al mismo tiempo señalan a Nueva Zelandia, Dinamarca, Noruega y Finlandia como ejemplos a seguir, siendo que en materia económica son más libres que Chile. Cada país con su propia mezcla de políticas públicas y regulaciones, pero finalmente más libres.
Incluso para sus principales detractores, resulta imposible desconocer la relación existente entre libertad económica y riqueza. La evidencia empírica no admite matices entre los países más libres y los con menores grados de libertad. Mientras los primeros presentan un ingreso per cápita anual de US$ 50.619 en promedio, en los segundos este es de solo US$ 5.911. En los más libres, el 10% de menores ingresos tiene en promedio ingresos por US$ 14.400, mientras que en los menos libres éstos alcanzan los US$ 1.549. En los países más libres, menos del 1% de la población vive con US$ 1,9 diarios, mientras que en los menos libres lo hace el 34%. Así, incluso el más pobre de los pobres estará mejor en países con mayor libertad económica que en países reprimidos.
También se plantea que la libertad económica viene en una etapa posterior al desarrollo de los países, que se debiera adoptar una vez alcanzado cierto nivel, ya que para lograrlo se requiere de menos libertad y más decisiones centralizadas en manos del Estado. Pues bien, ello también se contradice con la evidencia observada. Chile, cuando inició el proceso de liberación de su economía, tenía un nivel de ingresos per cápita cercano a los US$ 8.800 y prepandemia estaba sobre los US$ 24.000. Venezuela siguió el camino inverso. Previo a su proceso de estatización de su economía registraba un producto por persona de US$ 20.000, el que hoy es inferior a los US$ 5.000.
Para los que reconocen a regañadientes que la libertad económica es esencial para la creación de riqueza, pretenden culparla ahora de otros supuestos males de nuestra sociedad: desigualdad, baja movilidad social ascendente y la percepción de que nuestro sistema político y económico está roto.
Cuando hablamos de desigualdad, se debe comenzar por reconocer que Chile en comparación con el resto de los países de la región es más igual que el promedio. Si se relaciona con libertad económica, países más iguales presentan una importante diversidad de grados de libertad. De acuerdo al Índice Gini elaborado por el Banco Mundial (principal indicador utilizado para su medición), para los 96 países del mundo que cuentan con información reciente al respecto e incluidos en el Índice de Libertad Económica elaborado por el Fraser Institute, se tiene que no existe una relación positiva entre desigualdad y Libertad Económica. Mas bien lo contrario, se observa una ligera relación negativa entre libertad económica y desigualdad de ingresos, lo que refleja que a mayor libertad económica en promedio se observa una menor desigualdad.
En cuanto a movilidad social ascendente, debemos tener claro que somos de los países de la OCDE con mayor movilidad, tal como lo indica un informe elaborado por la misma organización. Junto con ello, el propio trabajo elaborado por el Fraser destaca que países con mayor libertad económica también presentan mayores índices de movilidad social ascendente. Ello no debiera sorprender, ya que economías más libres amplían el espectro de oportunidades para los sectores de menores ingresos. Regulaciones laborales y crediticias excesivas, restricciones al comercio internacional, por mencionar algunas, dificultan el emprendimiento y con ello el acceso a más y mejores empleos.
Por último, cuando se plantea que la libertad económica exacerba el individualismo sobre el bien común, y que ello explicaría la percepción en el país de que nuestro sistema económico y político está roto, la evidencia tampoco lo respalda. De acuerdo a los resultados obtenidos en un estudio elaborado por IPSOS a mediados de este año y que cubre 25 países del mundo, Chile incluido, no se observa que un mayor sentimiento de ruptura esté relacionado con mayores niveles de libertad económica en los países. Es más, cuatro de los cinco países que reflejan una menor desafección política y social (Alemania, Holanda, Canadá y Gran Bretaña) son más libres que Chile en materias económicas.
Resulta bastante evidente entonces que los problemas que le imputan a la libertad económica no tienen ahí su origen, así como tampoco que primero hay que desarrollarse para avanzar en ella. Lo que sí está claro es que, si retrocedemos en libertad económica, tal como se ha propuesto desde distintas candidaturas en el debate presidencial, lo más probable es que perderemos, al menos en parte, el progreso material que hemos vivido en estas últimas.