¿Cuánto daño le ha producido al propio Sebastián Piñera y, de paso, al país su costumbre de jugar siempre al límite de lo permitido? Él sostiene que estuvo dentro de la legalidad, pero ¿era necesario? Por otra parte, ¿es el momento de plantear una acusación constitucional contra un Presidente de la República sin tener los datos que debe reunir la fiscalía, que permitirían realizar una acusación sobre fundamentos más sólidos?
¿No juega con fuego la izquierda, atendido el perjuicio que ha sufrido en las fallidas acusaciones anteriores?
En otro campo, ¿por qué buena parte de los convencionales insisten en actuar más allá de su mandato y aprueban los plebiscitos dirimentes? Además, ¿no han pensado que, aparte de las infinitas dificultades prácticas para realizarlos, se pueden encontrar con la sorpresa de que los electores les demos un portazo en la cara, hastiados por su frivolidad y desmesura?
¿A qué se debe que estemos enzarzados en infinitas discusiones y nos comportemos como si hubiésemos olvidado que dentro de unas semanas tendremos una de las elecciones presidenciales más decisivas de nuestra historia?
En la centroderecha, si Sichel realizó un acto perfectamente lícito (no tengo dudas sobre eso) al retirar su 10% una vez que se produjo el desastre y lo puso en un APV, que no produce inflación ni debilita el sistema de AFP, ¿por qué se demoró tanto en admitirlo y, al hacerlo, propuso una solución que no parece la mejor para el país?
Por su parte, Kast va en alza en las encuestas, pero ¿cómo conseguirá los votos del centro y nos convencerá de que, de ganar en segunda vuelta, el país será gobernable?
¿Es razonable que ciertos electores de derecha piensen que quizá es mejor para el país que gane Boric, porque así la izquierda “dejará de molestar”? ¿No han visto que cada vez que se pone al candidato ante preguntas y objeciones económicas difíciles hace agua? ¿O no se han tomado la molestia de ver el debate entre su asesor económico, Nicolás Grau, y René Cortázar en el CEP? ¿También ellos se han comprado la idea de que, en el fondo, la economía no es tan importante, o que solo la izquierda es capaz de gobernar?
Boric dice que al terminar su gobierno tendrá menos poder que al comienzo, pero multiplicará el tamaño del Estado. ¿Cómo calza esto? ¿No corre el riesgo de terminar en una Boric-cracia?
¿Cabe explicar que Yasna Provoste haya perdido la oportunidad de su vida y que, lejos de situarse en el centro, haya hecho propuestas incluso más radicales que Boric? ¿No capta que la izquierda de verdad siempre será más creíble que sus imitaciones democratacristianas? ¿Por qué presiona hoy a sus senadores para que voten un cuarto retiro si sabe (o supo) que era muy malo para el país? ¿Tan importante es asegurarse el tercer puesto en la primera vuelta que es capaz de causar un daño enorme con tal de salir mejor parada en la derrota que seguramente le aguarda? ¿Cómo pretende ser creíble? ¿No se da cuenta de que la centroizquierda se esfuma del escenario político chileno precisamente por su ambigüedad? Si a mí me duele ver una encuesta que dice que en Santiago ese sector no obtendrá ni un senador, ¿a ella no?
“El Mercurio” del viernes publica en primera página una foto que muestra que la Reserva Nacional Malleco está ocupada militarmente por fuerzas subversivas, una suerte de Chiapas chileno. ¿Qué van a hacer nuestros candidatos? Esa respuesta no cabe en el escaso minuto que les entrega un debate televisivo. ¿Son conscientes de que habrá muertos y, en la medida en que pase el tiempo sin que se afronte el problema, esos muertos serán más? La inacción estatal trae consigo la autodefensa de los privados, pero el caso colombiano nos muestra que ese es un remedio casi peor que la enfermedad.
Finalmente, ante este panorama difícil, cuando las instituciones no están a la altura y escasean los liderazgos creíbles, ¿alguien puede dudar de que será necesario trabajar a largo plazo, de que “la calle” no es suficiente? ¿Tan difícil resulta entender que muchas de las realidades que hoy deploramos son el fruto de enormes transformaciones culturales y que, más que miradas nostálgicas y viejas consignas, necesitamos trabajar también en ese plano, y promover cambios culturales de envergadura que contribuyan a que las personas puedan orientarse en este mundo?
Los intelectuales que están en la base de los diagnósticos y propuestas de un Gabriel Boric empezaron su trabajo en la década de los años noventa. Recién ahora empiezan a cosechar sus frutos. En ese entonces parecía que su labor era ilusoria, que la consolidación de la economía libre y la democracia representativa eran un fenómeno definitivo. Ellos no creyeron esa opinión generalizada, no se desanimaron, y hoy constituyen buena parte de la cultura dominante. ¿Por qué las cosas deberían ser distintas cuando se trata de preparar el futuro?