Así dice el letrero que suelen poner en los caminos rurales franceses que presentan algún deterioro (suelen quedar puestos ahí por décadas, como testigo de la incuria que no los arregla…). Un letrero análogo pondríamos al local de E. Kayser de Augusto Leguía en lo concerniente a la pastelería: esta es advertencia necesaria, porque en otros rubros, lo que se come ahí (desayunos, café, chocolate, sándwiches) es de gran calidad.

Esta vez comenzamos por catar algunas viennoiseries, siempre tan elocuentes del nivel de un establecimiento por cuanto son sencillas y, por ende, exigen perfección. Nada que decir, por cierto, de los croissants, espléndidos, sin tacha alguna ($1.200), de los mejores de Santiago. Pero el croissant aux amandes ($2.400) resultó ser una especie de muffin inglés, o sea, una pieza chata, de apenas un centímetro y medio de alto, cuyo feuilleté, que había perdido todas sus cualidades, envolvía un relleno nada entusiasmante de pasta de almendras. Lo mismo puede decirse del igualmente decepcionante pain au chocolat aux amandes ($2.600), que no obstante su precio no llega ni al talón de los que se encuentran en otras pastelerías francesas de la plaza. En cambio, las palmeritas ($1.100) resultaron muy competentes, justas en el punto de lo dulce, delgadas y crocantes.

En el terreno de las tartes probamos la tarte fine aux pommes ($2.900), muy bien hecha, con sus delgadas rebanaditas de manzana, a las que les faltó, sin embargo, una pincelada más dulce de mermelada o jalea por encima. No es que seamos dulceros en este capítulo, pero se espera que estas tartas tengan un mayor atractivo. Y las otras tartas catadas: una de citron/meringue ($3.300), léase “lemon pie” (para los que solo hablan en fino), muy agradable, que lo hubiera sido todavía más si hubiera tenido mayor cantidad de ralladura de corteza de limón (un buen “lemon pie” depende casi enteramente de este detalle), y una tarta de la inevitable maracuyá ($3.300), también competente, aunque un “sí es, no es” adocenada. Pero la decoración preciosa de esta tarta hizo que se le perdonara sus pequeños defectos.

Capítulo aparte merece el pastel Opera, por el que se cobra el importante precio de $4.300, ya que es una de las piezas clásicas más deliciosas de la repostería francesa. La decoración de este pastel es muy fina, con algunos trocitos de papel de oro comestible, y se agradece por sobre todo el bien definido sabor y aroma de la crema moka que lo integra; pero, en general, resultó de una consistencia más rígida y seca que lo ideal, que es una textura algo más suave, más moelleuse.

De los éclairs ($3.200), nos pareció muy bien la masa, blanda, delgada y firme; correcto el relleno del de moka y del de vainilla. El de chocolate fue casi perfecto.

Augusto Leguía Norte 034, Las Condes.