En la segunda secuencia de “Sin tiempo para morir”, la quinta entrega de Daniel Craig como el agente 007, hay al menos dos de los ingredientes de la saga.
El primero es la elección de las locaciones, en este caso, un pueblo italiano histórico y enclavado entre rocas, como su nombre lo dice, que hoy es un sitio turístico de ensueño: Sassi di Matera. Y lo segundo es desplegar, en ese lugar, combates, persecuciones y otorgarle el protagonismo que merece al Aston Martin DB5, carrocería, velocidad, ametralladoras y vidrios irrompibles de primera calidad.
A lo largo del relato, que necesita extensión, se presentan las otras piezas del engranaje, algunas son personajes y otras marcas: M, Q, Moneypenny o el Martini mezclado, porque en la película están los componentes de una fórmula más que cincuentenaria, donde ya son 25 las películas oficiales y dos fuera de borda, por asunto de firmas y derechos.
James Bond, el gran superhéroe de Inglaterra, está retirado, hasta cierto punto, y debe regresar al jardín y su fauna, donde están los de un lado, y también los del otro: Spectre y su líder Ernst Stavro Blofeld (Christoph Waltz), todavía encarcelado, un poco a lo Hannibal Lecter, sin duda una exageración. Y hay que añadir al recién llegado, el vengativo Lyutsifer Safin (Rami Malek), que no llega a ser una amenaza ni un personaje en serio. Es como el hijo hablador que nunca tuvo Fu Manchú.
Safin, eso sí, cultiva un invento llamado Heracles, que se mete en el ADN de una persona o de muchas, y funciona como la peste: contamina y mata.
Es probable que la película necesite tanto tiempo, porque su intención es global y ambiciosa: es precuela, secuela y spin-off, todo al mismo tiempo.
En otros términos: es el pasado del agente, es el futuro de la película 26 en adelante y, acaso lo más importante, es una historia concentrada en lo que tanto se dice del James Bond de Daniel Craig: más humano.
Algo políticamente inadecuado para cualquier superhéroe, porque le coloca límites: culpa, recuerdos y remordimientos, pero necesario para los vientos que giran, y por eso, por cierto, hay un ingrediente borrado del mapa: la chica Bond, esas mujeres sensuales que el agente hacía caer como palitroques.
Ahora hay profesionales serias, mujeres autónomas y divertidas, y la psicóloga Madeleine Swann (Léa Seydoux) es capaz de lograr lo opuesto y convertir a Bond en alguien fiel, romántico y familiar, algo que amenaza la existencia del superhéroe y sus misiones.
La licencia para matar está cada vez más cuestionada y casi no se menciona. ¿Se necesita licencia para amar? El que hacía este tipo de preguntas, en la antigua serie, terminaba muerto. Ahora termina de guionista.
En “Sin tiempo para morir” se mantienen varios de los ingredientes de la antigua fórmula, batidos y mezclados, pero hay un nuevo etiquetado: una aventura demasiado humana para 007.
“No time to die”. Reino Unido - EE.UU., 2021. Director: Cary Joji Fukunaga. Con: Daniel Craig, Léa Seydoux, Rami Malek. 163 minutos. En cines.