Pedro Pablo Edmunds Paoa, alcalde de Isla de Pascua, confirma que agua dulce subterránea fluye al mar en algunas pequeñas bahías del litoral de Rapa Nui. Se puede beber.
El alcalde recuerda que la Compañía Explotadora de la Isla instaló, a comienzos del siglo XX, molinos de viento para impulsar esa agua desde las bahías hacia los bebederos para el ganado ovino.
En el libro editado por Claudio Cristino sobre la Compañía Explotadora (mayo 2011), aparecen los numerosos productos agrícolas, la ganadería extensa en la isla y, solo en el capítulo sobre salud, se toca la escasez de agua para el consumo humano, que era complementada con leche.
Y claro que se menciona el agua que fluía a ras de mar. ¿Cómo cuantificarla?
Científicos de la U. de Binghamton, N. York, EE.UU., atentos al fenómeno del agua dulce costera, trajeron drones. Se ahorrarían así el arduo proceso de ir en bote, midiendo cada 10 metros la temperatura y la salinidad del agua.
Los drones volaron equipados con sensores sensibles a la temperatura. Resultó: su informe aparece en la revista “Remote Sensing”. Prepararon así un camino para el proyecto de la National Geographic Society de mapear todas estas filtraciones de agua dulce en la isla.
El alcalde Edmunds Paoa señala que el fenómeno es tan ancestral que los villorrios y los grandes monumentos se instalaron siempre ante estos ríos marinos de agua dulce. Actualmente, por su calidad de Parque Nacional, se les concede a algunas familias el derecho a bombear el agua para animales, huertos o alguna vivienda.
En su informe, los investigadores destacan la capacidad de adaptación de los pascuenses para aprovechar el flujo hacia el mar. Porque los pequeños lagos en los tres cráteres podrían secarse. Según reciente investigación genética de la U. de Stanford, los habitantes habrían llegado en 1210.
Exploradores del siglo XVIII se asombraron cuando vieron a los habitantes beber agua en el mar.
Lo que ocurre, explica el investigador Robert DiNapoli —especializado en antropología y medio ambiente—, es que el agua lluvia filtra rápidamente a través de la porosa geología de la isla. Alimenta así un acuífero subterráneo. Es el que fluye.
Escribe DiNapoli: “…en algunos lugares brota tanta agua al mar que básicamente es fresca. Sabe algo salada, pero no intolerablemente salada”.
Los pascuenses, informan los investigadores, construían pozos, llamados “punas”, que interceptaban los flujos. Y en el mar, levantaban diques —hoy en ruinas— para separar el agua dulce de la salada. Incluso aprovechaban las filtraciones en el sector occidental, bordeado de acantilados.
Tal como el alcalde, DiNapoli señala que las actividades ceremoniales ocurrían próximas a estos recursos de agua dulce. Fluyen en el litoral cerca de los moáis.
¿Habrá agua pese a las sequías? Parece ser, dice DiNapoli, que el agua permanece en el acuífero varios años antes de filtrar al océano. Falta determinar cuánto tarda este viaje subterráneo. Pero para ello, no servirán los drones.