En avenida Italia, donde estuvo Cangrejo a conejo —que luego se mudó para posteriormente extinguirse—, lleva unos años el Casaluz. Con una carta que fue más hispana en sus comienzos, ha ido derivando hasta un eclecticismo que no es malo, cuando resulta a la perfección. Con una oferta más acotada, suponemos que post —y también in— pandemia, era de esperarse una experiencia con menos cojeras que la sufrida. Y si bien es verdad que estos tiempos nos han enseñado a tener paciencia, casi tres cuartos de hora de espera para los platos de fondo es una holgura que invita a pensárselo para una próxima vez.
Además, los platos llegaron tibios.
En fin. Se pidieron dos opciones para empezar, que sí llegaron a una velocidad ideal. El lugar seleccionado fue el patio interior del local, un espacio cómodo y aireado, ideal para sacarse la mascarilla (y para fumar, así que se advierte que hay su humo por ahí). Primero fue el turno de unas croquetas de jibia ($6.500), sabrosas y calientes, blandas en su interior, crujientes en la cobertura. A la par, una pailita metálica con entraña al chimichurri, según la carta ($5.500). La carne, cortada en tiras junto a un cebollín en juliana, venía blanda en unos bocados, y dura en otros. No incomible, pero corriendo el riesgo asociado a este corte de vacuno, que es grande. Y se corrió. De las notas a vinagre, orégano o ajo del chimichurri, ni un suspiro.
Luego vino el largo recreo antes de los segundos platos.
El primero era generoso en su tamaño, lo que no ocurrió con los otros dos. Chashu, o guata de chancho, enrollada, marinada y agridulce, montada sobre arroz negro y con ensalada de wakame, que más bien era una corona de zanahoria y rabanito ($11.500). Contundente, pero su grasita no se percibía tan maravillosa en su tibieza. Luego, un pescado del día que era ¡bendición! congrio (y no la omnipresente reineta), el cual venía sobre una salsa, con abundante quínoa crocante y hojas de mizuna ($10.500). Bien logrado, aunque la presa era algo escueta, lo mismo que el trozo de cordero ($10.500) montado sobre puré de poroto y con salsa de naranja. La verdad, si el tamaño del chancho no hubiera triplicado comparativamente al cordero, no habría hecho tanto ruido.
Para terminar, una versión elegantosa de un postre popular: torrijas, que es una forma de darle una resurrección dulce al pan viejo ($4.000), friéndolo y endulzándolo, en una versión muy estilizada en este caso. Se ofreció el café junto al postre, pero su llegada fue acorde a los tiempos de este restaurante.
Un poquito más de nervio (y no en la carne), por favor.
Avenida Italia 805, 2 2918 7204.