¿Le ayuda siempre? Hemos visitado la dulcería Violeta, quizá la mejor dulcería chilena del país, que abandonó su local de calle León, en El Golf, para emigrar a Av. Las Condes.
Por cierto, el nuevo local, aunque ofrece algunos estacionamientos cómodos (y se pueden usar otros en las calles circundantes) no tiene el ángel de su antigua y romántica ubicación en un garaje de casa, que sí tenía el único defecto de no haber dónde estacionarse (a veces uno renunciaba a ir a la Violeta por el desagrado de no tener dónde poner el auto). Es un local más amplio y cómodo. Pero desangelado…
Ello, quizá, ha contribuido a una crítica más fría. Naturalmente, algunos de los viejos dulces chilenos siguen estando puestos en el zenit de la dulcería chilena. No conocemos un mejor betún que el que usa Violeta, ni tan bien manejado (estamos hablando de dulces fresquísimos, que es como hay que comer los dulces chilenos): suave, con una fina superficie de perfecto secado, de consistencia inigualable. Lo apreciamos en varios dulces redondos (los nombres y las formas de estos productos ya se han emancipado de las antiguas nomenclaturas y tradiciones).
En cambio, no nos ha parecido ahora tan bueno el bizcochuelo ni la forma de los empolvados, que necesitan, Violeta querida, ser más bajitos, no con aspecto de “hombre de nieve”: dos bolas superpuestas. Un empolvado siempre ha podido comerse a bocados; pero aquí se descarretillaría uno, si quisiera dar un mordisco a estos nuevos empolvados. Y el bizcochuelo no es todo lo blandito que debe ser, ni tan aromático. Nos dimos cuenta de esto también en unos bizcochos redondos cubiertos unos con huevo mol y el otro con manjar y ralladura de coco: en estos casos, aparte del bizcochuelo objetable, el huevo mol no era como debe ser, sino algo muy semejante, pero no lo mismo. No, señor.
Los mejores dulces siguen siendo los alfajores de milhojas (veamos: son los que tienen muchas capas de masa, como los alfajores de grasa y chancaca). Catamos unos con nueces, y otros con mermelada de frambuesa que se añade al manjar. Fantásticos. La calidad del manjar de la Violeta es superior, y absolutamente irreprochable. Pero hemos reparado en que algunos de esos dulces, como el alfajor de masa de huevo y lo que llamaremos “chilenito sin betún”, no son más que un pretexto para comer manjar blanco: la masa de arriba y de abajo, finísima, no tiene incidencia alguna en el sabor y textura. Podría no estar. Y esto sí que es grave defecto. Una masa menos sutil, si es de buena calidad, le hace falta a ese manjar blanco prodigado con gran liberalidad.
Los cuadrados de bizcocho con huevo mol y betún, y los príncipes, nos dicen que solo se hacen los fines de semana. ¿Podría saberse por qué? Los precios: $1.700 cada dulce.
Av. Las Condes 7327, Las Condes.