Anthony (Anthony Hopkins) es un hombre de 80 años y más, que demora en vestirse, no encuentra la manga, se está poniendo la ropa por donde no corresponde y confunde el derecho con el revés, pero también el norte con el sur y la realidad se le revuelve en su perdida cabeza.
No solo es eso, hay algo peor: es un viejo que puede ser insoportable, por carácter y por reiterativo; pregunta una y otra vez lo mismo e incluso no logra saber dónde está parado y si ese departamento en un piso alto de Londres es propio, de su hija Anne (Olivia Colman) o de quién.
Es obsesivo, desconfiado y hasta agresivo, y solo cuando mira la calle desde su ventana, en algo se tranquiliza, porque ese paisaje y lo que está observando, no está alterado ni cambiado y sigue igual.
Florian Zeller, el autor de la obra teatral y el director de la película, filma la historia de un personaje, un Anthony Hopkins excepcional, carcomido por la demencia y porque transita por un trayecto que va en la última milla y es una vida completa la que está por desaparecer.
Es una película inteligente para un actor que después de tanta filmografía vana, por fin, logra una actuación memorable.
La película, con enorme habilidad y conocimiento de causa, es cualquier cosa menos sentimental y no pretende elogiar, criticar y tampoco denunciar nada, porque no hay nada azucarado ni ramplón ni discursivo en “El padre”.
El recurso de la película es confundir al espectador y por eso mezcla e intercambia los pocos personajes, altera el tiempo, deshace la narrativa lógica y consigue un universo que pese a lo estrecho —no son más que las habitaciones de un departamento— se convierte en una galaxia confusa, con rostros e historias que entran y salen, y donde cualquier intento por encajar a los personajes y los hechos en una historia lineal y razonable, es inútil.
Lo que busca “El padre”, entonces, son dos cosas y ambas las consigue.
La primera es la irritación del espectador, que no comprende los hechos y eso, seguramente, se convierte en intolerable, porque es un atentado a la estructura del pensamiento humano. Nada más irritante, en una película o donde sea, que no entender lo que ocurre y hasta pensar que se burlan de sus sentidos.
Cuando eso lo logra y el espectador comprende lo que está sucediendo, ya es tarde, porque ya habita la cabeza de un viejo enfermo, y la película revela el segundo propósito: no hay manera de salir. Entonces entiende el desconcierto y desesperación del anciano, descifra sus desconfianzas, traduce sus dudas e intuye el horror de vivir en esa confusión.
No queda más que la pena y la compasión, por ese hombre que después de una vuelta larga, solo atina a buscar refugio y socorro en la persona que ya no está, y que alguna vez, hace 80 años y más, lo trajo al mundo y le dio lo que ahora se le va sin recuerdos y sin remedio: su vida.
“The father”. Francia-Alemania, 2020. Director: Florian Zeller. Con: Anthony Hopkins, Olivia Colman, Rufus Sewell. 97 minutos. En cines.