Es una casa pequeña y pobre con maderas destartaladas, zinc por lo alto, piedras por el techo y al frente el mar de Valparaíso, para un sitio al sur de la ciudad y a varios kilómetros, rumbo a Laguna Verde y más allá, incrustado en una hondonada y en el interior del rancho, y a veces afuera, su dueño y habitante: Oscar Garrido Bastías, flaco como palo y puede que la razón de su historia esté en una frase extendida y popular: dos en uno.
El director Francisco Bermejo, con el apoyo de la montajista Josefina Velozo y una gran edición de sonido, filma un documental con un misterio incorporado, donde más de una vez aparece el título “El otro”, porque está el Garrido que pregunta y lee siempre a “Moby Dick”, y hay otro Garrido que responde, porque la película, con gran habilidad, duplica a ese personaje único, y filma tanto al doble como al auténtico o viceversa, y se ayuda con voces en off fuera de cuadro, el sonido que contamina el diálogo y desde luego con la posición de la cámara, que van a forjar la imaginación del náufrago en su isla: no está solo.
Está la imagen del yo, la imagen del otro y el documental encuentra su espacio y propósito entre esas imágenes.
“El otro” no es un documental periodístico y la película no da pistas precisas sobre el lugar donde reside el ermitaño y tampoco aparecen los motivos del aislamiento, porque lo primordial es Garrido y su voluntad de vivir su soledad, con algunos libros, escondido por la quebrada y tan lejos y tan cerca de la ciudad y la gente.
Está la rutina del alimento: un día huevos de gaviota, al otro erizos del fondo del mar o también conejos cazados con un huache. Otro día, en cambio, es admirar lo que queda varado frente su casa: el gran cuerpo de una ballena muerta y blanca.
La película se sumerge en la cabeza del náufrago, tantas veces inundada por vasos de vino tinto, para que converse el personaje único: habla solo, imagina al otro y despierta con sus fantasmas y espíritus.
El documental, su terreno, es el Garrido en su mundo fantástico e irreal, sin embargo y ahora de vuelta, la explicación de toda esa vida, sin duda, está en el Garrido real, que guarda pocas fotografías y escucha las mismas gastadas canciones. Ahí están su pasado y circunstancias.
Es la cantante Cecilia para “Baño de amor a la medianoche” y la cámara, apenas, encuadra la foto de una joven vestida de azul, seguro una estudiante en el año 1979.
Hay otras, al menos dos y en colores, para una familia feliz, que es como aparecen las familias en las fotos.
Hay otra canción, la ranchera “No volveré”, donde el intérprete promete, ante el Dios que lo mira, que no volverá al lugar de donde se fue.
La película filma el rostro y las manos de Garrido, oscuras, sucias, con sedimento, moho y capas. Son la piel de un hombre herido, endurecido y acaso con la mente en fuga, porque no es simple ser un náufrago, el copete ayuda, también conversar con el otro.
Chile, 2020. Director y fotografía: Francisco Bermejo. Con: Oscar Garrido Bastías. 76 minutos. Entradas en www.puntoticket.com