Es extraño que en este lugar bauticen al pan turco que ofrecen como “Mustafá”, siendo que el pan-turquismo, precisamente, disminuyó en los años 20 al asumir el presidente Mustafa Kemal Atatürk. Oj, oj. Pero aparte de este chiste culto/histórico francamente fome, igual es extraño que en este nuevo local de Irarrázaval transformen un nombre propio en uno común. Porque para algo existen los bautizos al uso que, en este caso, por lo que hemos probado en el extranjero, calza con un pan llamado “pide”: una maravillosa variante del pita que es algo más rígida y también gratamente crocante. Porque llamarlo “Mustafá” suena a… algo parecido al africano risueño de la campaña de Lucaffe: Fuera de época.
Tampoco suena muy actualizado que al costado de la caja con la ensalada diga “El döner te hace más linda”. Pero en fin.
Respecto al tema comible es que en Berlín döner kebab ofrecen una popularísima comida de calle, concebida con el especiero oriental y asimilada por los germanos. El kebab es aquella carne especiada que se va cocinando en esos clásicos trompos, de donde se va sacando en minitajadas. La variante más común disponible en Santiago es la envuelta en grandes panes pita flexibles, en formato casi burrito, con lechuga, tomate y alguna salsa de yogur. Aquí no. Son realmente únicos en su formato, imitando al que se encuentra en las calles alemanas.
Entonces, está el döner premium, que trae una proteína a elección (carne en este caso, intensamente especiada, a $6.490 el total), acompañada de un salteado de pimentón rojo y amarillo, berenjena, zanahoria y zapallito, para luego a continuación sumar un mix de crudos: repollo morado, zanahoria y lechuga. Y cebolla morada que, hay que advertirlo: cuando no es muy nueva, gana en intensidad, lo que sintió en este caso. Todo esto con una salsa maravillosa, de ajo en este caso, y sus migas de queso feta. El pan es semejante al taco shell, lo que contiene gran parte de toda esta mezcla, pero resulta imposible: desborda con generosidad.
Para evitar —ingenuo uno— esta abundancia, que ya se ve y presagia en las fotos, se pidió un klassik (a $5.490 el de falafel). Este viene solo con un mix de verduras: repollo y cebolla morada, lechuga, tomate con pepino y harto perejil (buenísimo). Más manejable, pero aun así con sus chorreos (nos acordamos del clásico sándwich penquista y su eslogan: “Si no chorrea, no es un Manhattan”).
En ambos casos, gran sabor, un pan de ensueño, cero timidez en el aliño y gran frescura en todo.
Lo mismo se repitió al pedir una caja (gemüse box, a $4.990) con el salteado de verduras ya conocido, el extra de las crudités, harta salsa y queso feta. Es como para dos. O para un hambriento algo cínico a “dieta”.
Los puntos bajos fueron: no tenían postre (de una solo opción: baklava), el hummus ($3.490) estaba algo desértico en su textura y el mix de papas fritas venía apelotonado y ya lacio.
Entonces: si quiere comer algo mayúsculo en sabor, único en su clase y no le causa problema quedar con las manos algo aliñadas (aunque estamos en tiempos de alcohol gel y Lysoform también), pida no más. Si no, igual están las opciones en caja. O sacar los cubiertos.
www.bdk.cl. Irarrázaval 1520, Ñuñoa.