El viaje es entre Alemania y Estados Unidos, el destino final Nueva York, la línea aérea Trasatlántica y el número del vuelo, el 473.
Entre los pasajeros, Nadja (Peri Baumeister), enfermiza, delgada y calva, pero con peluca de pelo largo, rumbo a la consulta del doctor Brown que podría cambiarle la sangre, algo que está en el origen de su mal. Viaja con Elías (Carl Anton Koch), su hijo de unos 12 años, valiente, perspicaz y casi superdotado.
“Cielo rojo sangre”, que parte como película de desastre aéreo, presenta apenas al resto de pasajeros: azafata recién llegada, ricachón mal educado que viaja en primera, gentil científico de origen árabe y no más que eso.
Y luego presenta, también apenas, al grupo de mercenarios que secuestra el vuelo, donde destaca el llamado Ocho Bolas (Alexander Scheer), que por algo lo denominan así: maniático, cruel, sicópata y lo que haga falta.
Esta película del alemán Peter Thorwarth, que participó en el guion de “La ola” (2008), comparte el espíritu y voluntad de esas antiguas películas de horror o ciencia ficción capaces de mezclar, batir y revolver lo que encontraran a su paso. Dejaban la polvareda y, entre medio, a veces, algo valía la pena, y serían cowboys contra dinosaurios, dueñas de casa contra hombres lobo o astronautas versus mujeres seductoras.
Es un vuelo aéreo y un grupo de mercenarios, donde cada uno recibe un millón de dólares por cabeza por ejecutar un plan de motivos inexactos.
Viajan algunos pasajeros de origen árabe, a los que podrían culpar como terroristas y soldados del Califato.
Y Nadja, sin duda, que comparte una doble condición: es mamá y vampira, al mismo tiempo. Quiere ser intensamente lo primero, pero no lo segundo, y no es fácil, porque el mal es el mal, y por eso viaja a la consulta del doctor Brown, en la ciudad de Nueva York.
Elías no se desprende de su oso de peluche, pero no hay que perder de vista su condición de casi superdotado.
Farid, el científico, sigue de buena persona.
Ocho Bolas, un personaje que encarna el espíritu de la película, hace de la suyas hasta más no poder.
“Cielo rojo sangre”, en algún punto del trayecto, suelta las amarras con lo que había de guion, bota los lastres de lógica narrativa y corta cualquier mínima coherencia con los personajes, porque lo que viene, desde los baños a la bodega y desde la primera clase a la cabina, es el desmadre total.
La película, que tampoco nunca estuvo tan peinada, ahora se suelta las trenzas y viene lo típico del desmadre en tierra, mar o aire: desmesura, impudicia, sangre e interiores, excesos e incluso desvergüenza, porque hasta se pone melodramática.
Una película de terror desmelenada que se podría clasificar con una frase que no es clásica, pero debería serlo: un recochineo en la concupiscencia.
“Blood red sky”. Alemania-EE.UU., 2021. Director: Peter Thorwarth. Con: Peri Baumeister, Carl Anton Koch, Kais Setti. 121 minutos. En Netflix.