Una nube de pesimismo envuelve a la derecha y parte de la centroizquierda. No niego que existan problemas, pero también hay signos alentadores. Veamos dos ejemplos.
El primero tuvo lugar en la comuna de San Ramón, símbolo de la narcopolítica chilena. En las últimas elecciones hubo graves irregularidades: sin embargo, Gustavo Toro (DC), el candidato desafiante, no se amilanó, pidió que se repitiera la votación en los lugares donde había pruebas de fraude electoral, y finalmente ganó. Esa es una magnífica noticia para la política chilena y nos muestra que es posible recuperar terreno siempre que contemos con personas que tengan la decisión y valentía del nuevo alcalde.
Por supuesto que a Toro le esperan tiempos difíciles. Las amenazas contra su persona no cesarán y además debe desarmar la maquinaria que había montado el anterior alcalde; desarticular las redes clientelares, y hacer frente a la poderosa influencia de los narcos en la zona. Pero ya logró lo que parecía imposible y nos dio una lección importante tanto a la derecha como a la izquierda democrática: sí, se puede. Cabe vencer a la narcopolítica por medios institucionales.
Las otras señales de esperanza tienen que ver con las primarias de Apruebo Dignidad. Por diversas razones, el Partido Comunista había logrado instalar en Chile la idea de que la candidatura de Daniel Jadue era prácticamente invencible. Esto le dio carta blanca para ser hostil con los periodistas, amenazar la libertad de expresión y adoptar actitudes de quien se siente seguro de su poder.
El primer convencido de este destino fatal parecía ser Gabriel Boric. Durante meses se había limitado a acariciar la espalda de su hermano mayor, lo que incluía dar plena fe de sus convicciones democráticas y tratarlo con guante blanco en sus intervenciones públicas.
Sin embargo, en las últimas semanas pasaron cosas importantes. La primera es que Jadue empezó a abrir la boca más de la cuenta. Expresó ideas que no solo resultan muy raras, sino que lo alejan de ciertos sectores que podrían haber pensado que las promesas del candidato les darían seguridad en medio de la angustia de la pandemia. La gota que colmó el vaso fueron sus descarnadas declaraciones sobre las pymes, que permitieron a muchos ver que aquí no teníamos enfrente a un edil simpático, sino a un comunista de verdad.
El segundo acontecimiento que afectó a Jadue llegó de más lejos. Sabido es que gran parte de la mística del comunismo local viene de Cuba. Esto no tiene relación con la Cuba de verdad, sino con el mito, con la polera del Che, las barbas de Fidel y las canciones de Silvio Rodríguez. Sin embargo, ya hace unos meses la disciplina comunista se había desordenado en la isla. Los artistas, artífices de la épica revolucionaria, se habían rebelado y pedían libertad. Esta semana no solo ellos, sino una multitud de personas dijo “basta”.
La respuesta del régimen es conocida. Con todo, por más que censure internet y las redes sociales, las crudas imágenes de lo que ocurre en la isla se han visto incluso en Chile, un país poco dispuesto a tomarse en serio las críticas contra el comunismo.
Cada vez que le han preguntado por Cuba, Jadue se queda sin nada que decir. Al final, hizo lo único que podía realizar un comunista en esas circunstancias: salir arrancando y negarse a participar en más debates. Boric se lamentará ahora de haber limpiado la cara de su socio durante tantos meses y poner así en peligro la oportunidad de su vida. ¿Qué habría pasado si lo hubiese horquillado antes? En los últimos días trató de realizar una labor que debió acometer mucho tiempo atrás. Puede ganar, pero él mismo se hizo más difícil la tarea. Y queda flotando la pregunta de por qué pactó con los comunistas, ¿fue solo para desmarcarse de la centroizquierda o es un demócrata que se siente cómodo en esa compañía?
¿Qué pueden aprender la derecha y la izquierda democrática de todo esto? Mucho.
De partida, la derecha debe entender que las pugnas entre sus precandidatos deben terminar hoy. A partir de esta noche, la actitud de los derrotados nos permitirá saber quiénes eran realmente, si pusieron su nombre en la papeleta para satisfacer su ego o buscan de veras servir al país. En este caso, deberían ser los primeros en dar ejemplo y apoyar en serio al candidato ganador.
En segundo lugar, no tiene sentido pasar el día dedicados a quejarse por la última locura que se les ocurre a determinados convencionales. Como el tiempo es escaso, no cabe perder un momento. Es necesario presentar un proyecto político que sintonice con las causas del malestar, y trabajar duro para las próximas parlamentarias y las presidenciales. Chile no puede permitirse el lujo de tener una Convención desorientada, un Parlamento tanto o más radicalizado que el actual y, además, un Presidente de izquierda radical.
Finalmente, la centroizquierda democrática debe abandonar sus complejos, ponerse de acuerdo para una candidatura única, y plantear al país una alternativa que no sea una versión aguada de las propuestas del PC/FA. También debe ser más responsable desde el punto de vista económico. Sin crecimiento ni disciplina fiscal el país se irá a pique.
En suma, el triunfo de Toro y las tribulaciones de Jadue nos han dejado esta semana una enseñanza importante: sí, se puede.