Cuando la capacidad de asombro se mueve cerca de la cota cero, con harta sorpresa más amarga que dulce y con una cierta desazón atenazando —porque la inversión en delivery no se siente muy acertada—, aparece De raíz. Por ser el brazo nómade del restaurante 99 uno podría esperar algo pequeño y muy cargado de significado, pero no: cada uno de sus platos es una comida completa, tremenda en sabor, llena de matices. Y a un precio maravilloso.
De lo probado, y fue gran parte de su carta, primero un plato que lloraba vajilla: gravlax —salmón curado— con palta grillada, tomate confitado, ensalada de brotes pequeños, algo de quínoa crocante. A ¡$5.300! Para alguien moderado (no uno) es un almuerzo completo y en regla, equilibrado y hasta demasiado bonito, hay que decirlo.
Luego, uno de los mejores sándwiches gourmet probados durante estos encierros: de focaccia con un pastrami hecho por estos jóvenes, con sus hojas selectas y chucrut casero. Se puede optar por seitán, esa (dedos haciendo comillas) “carne” vegetal, pero para otra vez será. Venía con unos chips de camote, que llegaron algo estresados (lacios), por lo que les solicita reconsiderar su inclusión. Nuevamente un almuerzo completo, hasta pachoncito. A $4.300.
Más light, y profundamente cítrico —a pomelo—, un carpaccio de betarraga con cubos de tofu apanado, más hojitas coloridas, algo de semillas de mostaza y ya: $5.200. Para gentes más ligeras, el ideal, porque en cambio el falafel con puré de zanahorias, acompañado de unas cuantas setas salteadas, es más llenadorcito ($4.200). También viene con unas hojitas locas de kale.
Para gente más osada está el tártaro de camote con lentejas y cochayuyo, con una dialéctica de sabores muy singular ($4.700), entre algo dulce y el alga. Para gente más tradicional están las verduras grilladas —berenjena protagonista— con pollo sobre hummus y con garbanzos salteados ($4.500). Los higos de la foto de la carta, inexistentes eso sí.
Los puntos bajos fueron una sopa de hongos ($3.000), que es breve (y se advierten sus 300 cc.) y tal vez demasiado intensa en sus aliños. En las antípodas, uno de los postres fue tan delicado que podría calificarse con un sinónimo menos gentil: fome. Ese es el cremoso de avellanas (que es uno de los sabores más maravillosos e intensos que tenemos… en este caso no), y pera. En cambio, la minitorta de chocolate con frutilla y granada es un lujo asiático, una mezcla de la solidez del cacao y la acidez de la fruta que debe ser el postre más mayúsculo y glorioso probado durante este año y medio de comida a domicilio. Y a $3.000. www.deraiz.com