El éxito es cosa terrible en el arte. Se espera del artista creaciones cada vez más maravillosas (la modernidad, tan cuantitativa ella, siempre pide más y más, en cualquier orden de cosas…).
Algo de esto ocurre en La Java. Reconoceremos, de partida, que el restorán que le irá asociado no está todavía abierto; pero, entre tanto, se ofrece aquí la misma cocina peruana que se ofrecerá en él, aunque con una carta reducida al mínimo. Pero se ofrece más, tal como en una ópera no se ofrece solo música, sino acción, y escenario, y decorados y ballets… Y si bien en una ópera bien lograda todos esos “aditamentos” forman una armoniosa unidad hasta el punto de dejar de serlo y transformarse en elementos esenciales, aquí, en La Java, lo que se ofrece de extra (ambiente, decorado —especialidad de la casa—, música, etc.) termina por desplazar lo que cualquier expectativa consideraría esencial, tratándose de un lugar para comer: la comida.
No hemos comido mal, no. Pero, en comparación con lo bien que se come en otras “creaciones” de este artista, hay una diferencia negativa bien clara. Nuestra papa rellena (las papas rellenas peruanas son espectaculares, como lo sabe cualquiera que haya ido por ellas al José Antonio, de Lima) fue grande, bien grande; pero, curiosamente, estaba apenas tibia por un lado ($11.900). Se entiende que el refrigerador es indispensable en estos establecimientos. Tan indispensable como el cuidado con el trato que debe darse a lo que de ahí se extrae.
La otra entrada, en cambio, el ceviche de jibia ($11.900) con chicharrón de jibia (o sea, jibia arrebozada y frita), estuvo muy bien. Agradable la combinación de lo fresco y lo frito.
De fondo, probamos un tacu-tacu con picante de mariscos ($14.900) que nos dejó pensativos. El tacu-tacu, con ser plato popular (por decirlo suavemente) exige, precisamente por eso, más cuidado en un restorán, para no parecer una mera chapuza. Este ejemplar no estaba todo lo bien armado y frito que es de desear en una pieza tan sabrosa; quizá en sus circunstancias originales, en el Perú, pudo haber quienes se lo embuchaban de cualquier forma; pero hemos comido en Lima unos tacu-tacus tan bien “acroquetados” que queda en claro que esa condición puede lograrla cualquier tacu-tacu bien hecho. El picante, poco picante, como suele ser (ay) el caso en este Nuevo Extremo. Y el otro fondo: un escabeche de pesca del día (reineta) con causa limeña ($14.900). O sea, un excelente pescado frito puesto sobre puré de papas frío, estilo causa. Hubo tiempo en que se apreció mucho esta mezcla de frío y caliente.
Postres: el único suspiro de limeña (aquí dicen “suspiro a la limeña” -?-) bien hecho en Santiago, con su oporto en el merengue ($7.900), y una competente crema volteada ($7.900).
Balance. Mucha decoración… minimalista. Música y precios altos, altos. Cocina, estándar.
Alonso de Córdova 4355 piso -2, Vitacura.