Quién hubiese pensado que profesores, padres y niños iban a querer tanto volver al colegio. La enseñanza virtual sin duda carece de muchas de las características atractivas para los niños que pueden tener al habitar el espacio escolar, como jugar, interactuar con los amigos, correr juntos en espacios amplios, escuchar historias, reírse juntos, intercambiar secretos y compartir complicidades.
Todos sabíamos que las tecnologías de la información (TIC) iban a ocupar un mayor espacio educativo, pero lo que nunca nos imaginamos era que se iban a transformar en la herramienta principal y que además nos iba a sorprender a la mayoría siendo prácticamente unos analfabetos digitales. Las predicciones van en el sentido de que la educación pospandemia será cada día más híbrida.
Tanto padres como profesores hemos necesitado ser autodidactas para poder acompañar y enseñar a los niños, lo que ha tenido un costo adicional. Ciertamente la educación remota ha significado para padres y profesoras una tremenda carga emocional y de trabajo, para motivar a los niños a trabajar y que enciendan sus pantallas, lo que requiere un esfuerzo constante y muy desgastador.
Ser padres es en sí misma una tarea compleja, pero asumir el rol de profesores -y por añadidura, con una tecnología que no siempre se domina- constituye un desafío extremadamente difícil para cualquier padre o madre. Especialmente si a eso añadimos el trabajo doméstico, la convivencia 24/7 y muchas veces el teletrabajo, es comprensible que nos encontremos con padres y madres agotados. Ciertamente, la multiplicidad de tareas afecta la salud mental. Aunque desconocemos exactamente cuáles serán los costos de esta pandemia, sabemos que los habrá en términos de bienestar emocional y de aprendizaje. Cómo reducir esos costos es responsabilidad de todos; buscar formas de estar bien y darse pequeños espacios de descanso.
Hay familias y colegios que están intentando mantener el mismo nivel de aprendizaje académico que había antes de la pandemia. Eso no es posible y tenemos que recordar en este contexto de pandemia, como en muchos otros, que “menos es más”. Es más importante profundizar en ciertas áreas que pasar mucho en forma superficial y llevar a los niños y a los padres a situaciones que pueden afectar seriamente su salud mental.
La motivación es esencial antes de las clases y durante ellas es necesario crear un entorno que favorezca la concentración. En la medida que lleguen en un estado de ánimo positivo, evite los retos y las críticas matutinas que los hagan llegar desregulados a clases. Recuerde que si los niños no están bien emocionalmente, no aprenden. No crean que no empatizo con lo que cuesta levantar a la mayoría de los niños en las mañanas y animarlos a aprender. Pero si los padres se descontrolan, solo empeorará la situación.
Por consiguiente, respire hondo y empatice con lo que cuesta partir, prepare el entorno con un vaso de agua o con algo saludable para comer en el recreo y endulce la partida con alguna frase amable como: “Que tengas una buena mañana”, o “te espero a las 10 para tomar un jugo”, lo cual puede ayudar a mejorar la disposición anímica al inicio de la jornada escolar. De ahí para adelante, confíe en que el profesor logrará motivarlo para aprender, y no intervenga en exceso. En la medida de lo posible, debe dejar el tema en la mano de los educadores y solo intervenir cuando le pidan ayuda. Sea muy cuidadoso/a de no decir ni hacer nada que avergüence al niño. Muchos niños apagan la pantalla por vergüenza de situaciones que se originan en el espacio familiar.
Si para los padres es difícil enseñar, para los profesores puede ser de mayor complejidad. Tienen que enfrentarse a una diversidad de demandas, hay algunos padres que abogan por una enseñanza más larga y más exigente, y otros que abogan por el contrario. La evidencia científica tiende a estar a favor de estos últimos, ya que el estrés es un bloqueador del aprendizaje y regular las exigencias de modo que puedan enfrentarse con éxito es esencial. La sobrecarga estimula a los niños a desertar del aprendizaje y a abandonar las tareas.
Es necesario que padres y profesores dejemos de acusarnos mutuamente y empaticemos con las exigencias que cada uno tiene. Hay niños que requieren más apoyo y necesitan padres y profesores más disponibles; en tanto otros quieren más autonomía en el aprendizaje. Hay que respetar esas diferencias y la idea es estar disponibles, pero no intervenir cuando no nos necesitan. Aceptar el error como parte del aprendizaje. La retención en línea puede ser más compleja y una buena idea es ayudar al aprendizaje con lápiz, papel y libros. Por ejemplo, hacer un esquema o un mapa de lo aprendido, o buscar una poesía en su libro o dar pequeños descansos de pantallas permitiendo que los niños se muevan, van a mejorar la retención. Un buen recreo mejora el aprendizaje.
La conexión emocional es básica para mantener la motivación, y ello suponer ir empatizando con los niños, atendiendo a sus estados de ánimo, legitimando sus emociones y regulando los tiempos de aprendizaje. Conectarse con cuáles son las pasiones de los niños y permitirles investigar y exponer en lo que son sus ámbitos preferidos de actividad, visibilizando sus talentos y despertando su curiosidad, hará más amigable el aprendizaje en línea.