Rolf Behncke me llevó a un curso del doctor Humberto Maturana. Rolf integró el trío, con Francisco Varela, que produjo el libro “El árbol del conocimiento” (1984). El Prefacio es de Rolf.
Behncke adivinaba el impacto que produciría el profesor Maturana en mí.
Él, pequeño y fino, no habló mucho. Sostuvo ante nuestros ojos un cubo hecho con palitos de volantín. Ató a un vértice un hilo blanco y suspendió el cubo en el aire. Nos pidió prestar atención e impulsó el cubo para que girara.
De súbito, el cubo cambió de dirección: comenzó a girar al revés del impulso inicial, sin que Maturana lo hubiese tocado.
Sentí un terremoto vital: mi percepción es engañosa; el mundo “allá afuera” es un acá adentro, en mí.
“…Tendemos a vivir un mundo de certidumbre, de solidez perceptual indisputada”, escriben Maturana y Varela en el cuarto párrafo de “El árbol del conocimiento”.
Y siguen: “…Nuestras convicciones prueban que las cosas son de la manera que las vemos, y lo que nos parece cierto no puede tener otra alternativa”. Anuncian: “…Todo este libro puede ser visto como una invitación a suspender nuestro hábito de caer en la tentación de la certidumbre”.
Resulta dura su muerte. Quienes hemos sido tocados por Humberto Maturana también hemos sido tocados por su amor, su escuchar, su voz, su gestualidad.
Suspendo mi juicio. Cambio. Me abro. Cuidado con encerrarme, ojo con quienes me encierran.
En el prefacio de “El árbol del conocimiento”, Rolf Behncke escribe de la guerra, contraria del amor. Explica las violencias por las camaraderías y el desprecio a los otros. La única salida racional ante la desintegración de las sociedades modernas –escribe– es darnos todos cuenta, alcanzar el consenso sobre cómo conocemos y aprendemos. Y así lograr una construcción social de colaboración mutua.
Podemos, porque desde hace millones de años —Maturana y Varela lo demuestran— tenemos como individuos la necesidad de formar parte de grupos humanos y operar en consenso con ellos. Y, además, porque un arma, la reflexión consciente, es nuestra gran fortaleza.
“…En el corazón de las dificultades del hombre actual está su desconocimiento del conocer”, escriben Maturana y Varela. Llaman a salirse “de lo que hasta ese momento era invisible o inamovible (porque) como humanos solo tenemos el mundo que creamos con otros”.
Dicen: “…Sin amor, sin aceptación del otro junto a uno no hay socialización, y sin socialización no hay humanidad”. Son científicos: “…Aquí no estamos moralizando, esta no es una prédica del amor, solo estamos destacando el hecho de que biológicamente, sin amor, sin aceptación del otro, no hay fenómeno social…”.
“…Solo tenemos el mundo que creamos con el otro… Solo el amor nos permite crear un mundo en común con él”.
Maturana y Ximena Dávila fundaron Matríztica (matriztica.org) que invita a reflexionar. La Asamblea Constituyente debería partir con la voz de alguien de Matríztica.
Conocer del conocer nos puede modelar.