Ojalá toque un día frío cuando pida el delivery (aunque debiera ser livraison, non?) de El franchute del barrio. Para quienes extrañamos el caminar sin rumbo claro entre tanta antigüedad y versión “alternativa” (ya, ok: pirata) del Persa Bío Bío, era un gusto rematar en las mesas de este petit (aunque cada vez más grand) restaurante. Bien atendidos y con su escueta carta ultra francesa que, en más de una ocasión, ofertaba extras maravillosos. Snif. Pero en fin. Ahora se pueden pedir, programar y recibir sus menús que constan de tres platos a elegir, entre uno clásico a $12.000 ($10.000 el medio menú) y otro especial a $18.000 ($16.000 el medio).
Primero, y este es un recado para muchos deliveries: empatía, por favor. Ponerse en el lugar de quien recibe, procesa y luego sirve. Y esto se traduce en poner si lo que llega —cada plato— está listo para calentar, si hay que cocinar (con los tiempos sugeridos, por favor) o solo descongelar. A veces no hay cocina + microondas + horno eléctrico. O quien recibe sabe comer, pero no necesariamente cocinar. Eso. Mejorar la comunicación.
Entonces, los platos. Se pidieron tres menús, dos clásicos y uno especial, en los que solo varía el plato de fondo, por lo que las entradas son comunes a ambas ofertas. Primero, una sopa de cebolla densa e intensa. Se sugiere enchularla con un trozo de pan tostado y queso derretido, aunque ya es de por sí MUY contundente. Luego, unos evocadores (de algún viajecito galo) caracoles con perejil, ajo y mantequilla (comidos medio a escondidas, por el tema aquel de las susceptibilidades en la mesa compartida). Y una terrina de chancho con almendras tan rústica como fina, con el toque dulcecito del fruto seco, y el contrapunto de unos pickles de complemento.
De los fondos, un coq au vin (para calentar) casi imposible por su tamaño: dos presas, con el tocino, el champiñón, la zanahoria, las papas. Dos días duró, lo mismo que un cassoulet (que venía congelado), hecho con pallares blandísimos, un trozo de cecina artesanal del verbo campestre y su tuto de pato (ok, canard). El tercer plato fueron unos tortelinis de carne mechada —para cocinar— con salsa de tomate y pimentón. Perfectos también.
En los postres habrá que afinar. La crème brulée demasiado muy caramelizada, mientras que el tiramisú venía en una versión medio sabayonesca muy delicada (aunque también poco ortodoxa).
En el menú especial —que, suponemos, puede ir variando como menú que es— se ofrecía confit de pato, ballotine (una preparación sin hueso) de conejo y codorniz confitada. Hay que ir buscando lo ofrecido en el Instagram (@elfranchutedelbarrio) y coordinar luego por WhatsApp. Llegan a muchas comunas, con distintos recargos.
Descorche el tinto y programe una hibernación posterior.
Pedidos al +56 9 3299 7541.