Rica, abundante y rompedora, con un pie bien puesto en la tradición nacional. Así sigue siendo la cocina de La Salvación, la que en su faceta a domicilio adolece de una falta que, por suerte, es fácilmente corregible: su carta se explica poco y mal. Porque, por ejemplo, ¿quién escoge un plato ofrecido como “ricota” a $7.800? Conociendo el estilo del lugar, lo más probable es que sea algo más que el puro insumo, pero esto lo sabe el acólito, mientras que para el recién llegado exige un acto de fe. Lo mismo, ¿qué les cuesta poner los ingredientes de la “gran ensalada”? ¿Para qué tanto minimalismo? Esto se suma al siguiente ruido: al llegar el pedido, no se sabe cuál es el acompañamiento correspondiente, porque en el listado solo se destaca la proteína protagonista. Y para los seguidores del lugar está claro que los escabeches son unos extras reconocibles, una marca de fábrica del lugar, pero para el novato… Entonces, pónganse en el pellejo de alguien cualquiera, por favor (el chucrut, ¿en qué plato va? Eso).
Para empezar, un crudo bien amoldado y aliñado ($7.800), con tostadas que llegaron crujientes de recién hechas, con un pote de mayo. El otro entrante fueron unas croquetas de prieta y otras de pernil ($7.500). Las primeras son como unos bon-o-bon fritos de prieta, crujientes por fuera, acompañadas por unas cuantas hojitas muy pertinentes. Las de pernil las recordábamos con más trocitos y menos moliditos, pero el sabor resulta ser el mismo: pura y puerca evocación.
Los fondos fueron dos, ambos pesos pesados de sabor. Primero un pecho de chancho (“pecho manzanero”) con un costado crujientísimo, con su grasita toda, acompañado de una manzana asada y una salsa de berries ($9.800). De esos platos para comer con un tecito. El otro, un trozo de lengua guisada (“vetado de lengua”, a $8.900), en este caso la base o tronco de la cosa esa. Es una carne un poquito más firme, con sus mínimas partes tipo “Grey's anatomy” (en plan vasos y arterias), por lo que hay que darse por advertido. En este caso personal, el sabor le gana a la mañosería. Y hubo que suponer que su complemento era un magnífico puré de papas enchulado con zanahoria y cebollín.
Para terminar, uno de sus productos sellados: arrollado de malaya ($13.000). Blando y bien aliñado, en cuatro tremendas porciones que puro hay que calentar. Una versión suave y recién hecha de un clásico de la fiambrería criolla.
En fin. Hay que arreglar unos cuantos pelos de la cola, pero el resto del animal es realmente muy ganador.
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