El primer largometraje de Tatiana Gaviola, “Mi último hombre” (1996), se sitúa en la encrucijada de la vía armada y el pacto político, donde lo que decide el rumbo está en los sentimientos de las protagonistas, mujeres cruzadas por las traiciones y el desencanto. La película estaba en el estómago de la transición, pero su foco era el mundo femenino trizado.
“Teresa” (2009), una biografía de la poetisa Teresa Wilms Montt, fue su segundo largometraje, una historia desangelada y con demasiado clima televisivo.
“La mirada incendiada”, su tercera obra, se conecta con la primera que filmó hace un cuarto de siglo, solo que ahora está inspirada en un hecho espeluznante, pero el relato se envuelve con otras capas y todas femeninas, algunas de niñas, otras de adolescentes y también de mujeres maduras.
El hecho real ocurrió en 1986 y fue un crimen aborrecible: una patrulla del Ejército, en medio de barricadas y protestas, apresa a dos jóvenes de 19 y 18 años, y los quema vivos mientras permanecen indefensos y arrodillados.
Carmen Gloria (Constanza Sepúlveda), la sobreviviente, es la voz en off que relata la historia y solo aparece como personaje a los 67 minutos, que es cuando conoce a Rodrigo (Juan Carlos Maldonado), ese chileno recién llegado de Canadá que sueña con ser un gran fotógrafo, y que será la víctima fatal.
La película arropa a Rodrigo con los personajes de la casa donde se aloja: su tía Valentina (Catalina Saavedra) e hijas, y la historia incluso se desborda hacia el relato amoroso de una mujer dañada que quiere una segunda oportunidad con Mario (Gonzalo Robles), el dueño de una tienda de fotografías y alguien amable, apolítico y especialmente inofensivo.
Mirta (María Izquierdo), la solidaria y resistente presidenta de la junta de vecinos, le descubre el pasado y se lo musita, “era tan linda la UP”, con nostalgia por un país que a lo mejor nunca existió.
Las mujeres que le enseñan a pintar murales son el presente que resiste y se enfrenta a la policía, entre ellas Carmen Gloria, cuya voz en off nunca se apaga. “La mirada incendiada”, cada cierto tiempo, filma imágenes que anuncian el horror: varias veces el calor de una estufa, la parafina y su mecha, dos niñas cargan un bidón de gasolina o es la llama del fósforo en las velas.
La película es consciente de lo que viene, pero decide amortiguar el horror con ese mantra femenino que envuelve a Rodrigo antes de su muerte, como coro que acompaña, consuela y no olvida.
La película no es ingenua, sabe de qué se trata el crimen, pero decide contar la historia desde las víctimas y por eso las cuotas de esperanza, bondad y belleza. No filma desde la culpa, sino desde la inocencia.
Debido a esa opción, “La mirada incendiada” nunca se precipita, desde luego no se acerca y tampoco intenta alumbrar, lo más estremecedor de la historia, eso que palpita en el negro corazón de una dictadura: la maldad y sus razones.
Chile, 2021. Directora: Tatiana Gaviola. Con: Juan Carlos Maldonado, Catalina Saavedra, Gonzalo Robles. 95 minutos. En Puntoticket.