¿Que lo perfecto es enemigo de lo bueno? A lo mejor, tal vez, quién sabe. Pero lo que sí es cierto es que el Aligot, que partió con una fórmula concisa y hasta arriesgada, ha alargado su carta sin alterar su idea base: un menú exprés con ensalada, plato de fondo y café (por $14.000). Y el corazón del mismo, ese puré de papas mezclado con queso tomme llamado aligot, sigue allí. Y aunque ahora hay otras guarniciones disponibles -una pasta a las hierbas, arroz, un gratín- el “problema” es que resulta casi imposible resistirse al influjo de esa ollita colorada y su maravillosa chiclosidad quesosa interior.
Una adicción.
En fin. Ahora hay variedad de picoteos, de entre los cuales -entre un rosbif y un tártaro, difícil elección- se optó por unas tostadas con foie gras ($8.000). Rodajas de pan fresco (y no hediondas a masa madre, en lo que ya es un terrorismo generalizado contra la pituitaria) y un encuentro directo con esa pasta de hígado que, en algún momento, ya no será habida por funada. Entonces, a aprovechar antes de que se haga retro.
A continuación, la primera escala en el menú: la misma, exactamente la misma ensalada primordial de lechuga perfecta, con nueces y un aliño marcado por el queso azul, el que baña pero que -justo, justo- no ha vuelto lacias a las hojas.
Luego, dos de los nuevos platos del menú: un trozo de salmón perfecto, en su punto, sin sequedades ni vocación de sashimi. Tamaño justo: ni un medio pescado ni en formato canapé. Y la otra proteína es uno de esos desafíos de amor/odio: pechuga de pato, rojita, con su grasa y ese sabor único y una textura ligeramente resistente. Amor, en este caso, aunque igual está la opción del blando filete (o la reineta meunière) del menú original de este restaurante. Para la próxima quedará el bouef bourguinon.
Sobre el aligot, el comerlo es un placer casi infantil, el que rima a la perfección con los postres elegidos. Primero, un milhojas con pastelera de una fragilidad de viento (oh, las metáforas, $3.500). No se trata de esa repostería sólida y de bloque, como de arquitectura soviética retro, sino de un Frank Lloyd Wright de la dulzura. Y al lado, la más impecable créme brûlée de la capital ($4.000): con la capa de caramelo dura y su interior a temperatura ambiente.
Tienen una copa de vino de la casa a $3.500. Traen una botella de agua al comienzo, no cobran propina al final. Son rápidos, además.
Isidora Goyenechea 2890, Las Condes. +56413248475. www.aligot.cl.