Es un lugar campestre de Polonia, en rigor, una zona empobrecida de gente poco ilustrada, no de ahora, sino desde hace décadas, que sobrevive gracias a la migración: polacos que han partido a Alemania o a Holanda, para trabajar en el extranjero y así alimentar a su familia y también a su país, antes en florines o marcos, y ahora en euros.
Adam (Dawid Ogrodnik) es el hijo mayor, reside en Amsterdam y como es habitual, para ciertas fechas señaladas, vuelve a su hogar. No siempre, la verdad, pero ahora sí, porque es el día de Navidad y desea encontrarse con sus padres y hermano y hermanas, porque está el cariño y el tiempo que ha pasado, pero también otras dos razones, igual de poderosas y quizás aún más poderosas: trae una noticia y quiere pedirles algo.
La película se construye sobre esa novedad y esa petición, y la historia se desencadena a medida que se revelan.
Acaso el ritmo de las revelaciones, pausadas durante largo rato, y demasiado abruptas hacia el final, la convierten en una película desequilibrada. Y el recurso de filmar con la cámara portátil de Adam debió reducirse a lo mínimo, para subrayar lo excepcional de su utilidad.
“Noche de Paz”, en todo caso, se mantiene como una película valiosa, cuya base dramática se levanta sobre esa noticia y solicitud que contamina y turba a la familia, donde Teresa (Agnieszka Suchora), la madre, es la que se preocupa de que todo funcione según la tradición y costumbres, que sus hijos e hijas siguen a duras penas: obleas y deseos de ventura, leer un párrafo de la Biblia, probar platos típicos, instalar un árbol de Pascua y, en fin, reafirmar al menos durante una noche lo que en realidad se le fue yendo de las manos: una familia.
“Noche de Paz” y cada uno de los personajes, irán dando cuenta de las razones del desmembramiento, que son económicas, alcohólicas, sentimentales y algunas, quizás, se explican por la nacionalidad: son polacos y no hay escape y no hay destino, solo migrar y volver, para irse de nuevo, o quizás quedarse como un pobre desgraciado que por eso se convierte en borracho, o a lo mejor es al revés, y para esa encrucijada está una historia que la película no cuenta: la de Zbyszek (Arkadiusz Jakubik), el padre de familia y el primer migrante.
No la cuenta, pero ese pasado previo ronda por el presente del segundo migrante, el primogénito Adam, que hizo un largo viaje en bus repleto de polacos, es la mano de obra en Holanda que vuelve a casa los 25 de diciembre, no todos los años, pero cuando pueden.
A su pobre casa familiar, en todo caso, llega en auto nuevo y de marca, dice que le pertenece y es mentira: lo alquiló por un día y no fue fácil, ni siquiera tiene tarjeta de crédito.
En fin. En ningún país la vida es fácil.
Y en Polonia, además, siempre ha sido difícil.
“Cicha Noc”. Polonia, 2017. Director: Piotr Domalewski. Con: Dawid Ogrodnik, Tomasz Zietek, Agnieszka Suchora. 100 minutos. En Cinemark online.