Justo cuando los senadores de la Comisión del Senado “Desafíos del Futuro” discuten cómo definir los “neuroderechos” en la Constitución, aparecen tres relatos de ciencia ficción sobre el tema. Citan tecnologías en desarrollo para invadir, mejorar o complementar el cerebro.
Los senadores se reunieron la semana pasada y hoy continuarán sus análisis. El ministro de Ciencia, Andrés Couve, ya presentó indicaciones a los primeras redacciones. Esta discusión también se imbrica en las conversaciones sobre inteligencia artificial y sobre salud mental, que el Senado despachó el miércoles pasado.
Como siempre, la ciencia ficción, anticipa escenarios difíciles. La Dra. Laura Sanders, sintetizó tres historias en Science News.
1.- Nanorrobots pacificadores.
Sara sufre una horrible depresión posparto. La tratan inyectándole una tropa de nanorrobots. Estos aparatos mínimos, con inteligencia y sistemas de comunicación hacia el exterior, llegan por la sangre al cerebro. Allí, según pasan los días, los robots identifican los primeros contactos entre las neuronas prestas a disparar un nuevo ciclo depresivo. Los aparatitos se hacen cargo, anulan esos contactos, la depresión no aparece.
Pero, en el cuento, años después, Sara se pregunta “¿quién soy?”. Para resolverlo, estira su brazo, le extraen sangre y los nanorrobots. Quiere ser ella.
2.- El Nobel para un ave.
Sofía será la encargada de anunciar el Nobel de Medicina al día siguiente. Se retuerce en cama, complicada, porque el premio recaerá en dos investigadores y un ave (un cascanueces de Clark, Nucifraga columbiana), con prodigiosa memoria. El ave es capaz de recordar la ubicación de hasta 10 mil escondites de semillas, hasta bajo 3 metros de nieve. La ciencia busca establecer un puente entre un humano, con memoria limitada, y esta memoria plumífera. Así podría el cerebro humano copiar el proceder del cerebro del ave para recordar tanto dato.
Desarrollaron la técnica y un sujeto desmemoriado logró gran capacidad de recordar.
Se abrió así la ruta para incorporar al cerebro humano, capacidades neuronales animales, como ver en la oscuridad u olfatear las enfermedades. Se justifica el Nobel. Sofía se duerme, lista para enfrentar las cámaras al día siguiente.
3.- Un casco con recompensa.
La empresa Signal, en Los Angeles, instala un casco en choferes urbanos. El dispositivo les paga si mantienen su atención. Los choferes pronto aprenden a engañar al casco.
Pero Signal rediseña su servicio. El casco va registrando las emociones del chofer ante los carteles publicitarios, o un aviso de radio, o un tipo de música. La información se vende. Son pensamientos valorados, negocio hecho.
La Dra. Sanders cuenta cuán avanzada está la neurociencia para lograr cada una de las tres historias.
“Este desarrollo motiva a especialistas en ética, a futuristas y otros científicos a exigir protección especial a los datos neuronales”, escribe. Y motiva a nuestros políticos.