Mi abuelo Nicolás era calvo total a los 21 años. Estuve preparado, por lo tanto, para mi proceso de pérdida de cabello.
Recuerdo a los hermanos Spencer Guerrero, en mi colegio, de tupidísima cabellera, y premios académicos y deportivos.
Y ahora me topo con ellos de nuevo. Augusto, ingeniero, se radicó en los EE.UU. desde hace muchos años, se casó, tuvo familia y ahora debe estar ufano por su descendencia. Su hijo Edgar y su nieto Alex han llegado a Marte.
Chilenos hay en todas partes. Por ejemplo, en Marte.
Su hijo Edgar, guardiamarina en la Escuela Naval, navegó en la Esmeralda y luego se graduó de ingeniero eléctrico especializado en sistemas digitales centrales de la U. de Florida del Sur. Edgar Spencer fue el responsable del módulo de control del despegue y navegación inicial del cohete que impulsó al Perseverance, el robot de exploración, a Marte.
Alex Spencer, hijo de Edgar, nieto de mi compañero de colegio, también ingeniero eléctrico, también colaboró en el Perseverance. Estuvo a cargo del módulo de control del robot. Supervisó en detalle todos los extremos de temperatura, radiación y desaceleración que podría experimentar el módulo robótico para luego ajustar el diseño y así superar las dificultades.
¿Qué tal?
Busco a Augusto, el abuelo, en la red para ver si ahora está calvo. Encuentro su fotografía, ¡ni siquiera una tonsura! Tupido pelo negro, como en el colegio.
Esta es una de las ventajas de la escuela presencial. Uno se topa con personas que quizás qué desarrollos tienen en la vida. Y uno participa de sus experiencias.
No estudié Ingeniería. Pero un muy amigo me ha contagiado su admiración por tres de sus profesores en Ingeniería de la U. de Chile: Igor Saavedra, Domingo Almendras y Augusto Arias, fallecidos, pero vivos en los relatos y los elogios de mi amigo, compañero de colegio, también notable ingeniero.
Uno entra a la educación y parte de ella es reconocer la alta capacidad de otros. En la universidad, esto es aún más notorio. Me acuerdo de un compañero genio que, en clase de griego, le preguntaron si él era griego, y bueno, era chilenito, no más. Después ha prestado grandes servicios en su vida profesional, abogado.
Las personas de mi generación van reconociendo, a medida que la vida se desenvuelve, el genio de compañeros y compañeras. Iguales a uno en muchas cosas, pero tan superiores en sus capacidades.
Hoy feliz me entero de los cachorros de Spencer Guerrero. Pienso también en mi descendencia, que ha desarrollado talentos tan inalcanzables para mí.
Y siento orgullo cuando un hijo de, o una nieta de, algún condiscípulo alcanza las estrellas, conserven o no su cabellera.