La cotidianidad y trivialidad con que hacemos uso del lenguaje, la abundancia abrumadora de mensajes que se expresan, circulan a través de distintos medios y reclaman nuestra atención y respuesta, la avalancha de comunicación y redes de comunicación que parecen cercar al sujeto contemporáneo oscurecen e invisibilizan la maravilla de su existencia y propósito, la dificultad y misterio del encuentro que subyace al habla, ese intercambio de sentidos entre dos conciencias siempre encarnadas y distantes.
Alfabetos desesperados, de Catalina Porzio, es un libro extraordinariamente singular que busca remecernos, disipando esa invisibilidad, trayendo el lenguaje a la luz en su tenaz enigma y humanidad. Con ese objetivo principal, aunque no único, se concentra en las formas de lenguaje que elabora el ser humano para vencer su mudez, incomunicación y soledad cuando padece de una situación en que aquella fluidez trivial no existe, en que el sujeto que quiere expresarse es impedido por una situación que lo cercena, mutila, acalla, desconecta. El impedimento que corta la lengua puede ser una enfermedad, una incapacidad, la propia inmadurez, torpeza o insania, o bien un poder exterior, la prisión, la censura, la vigilancia política, la convención restrictiva. El foco y la mirada de Porzio se concentran ahí, en el florecer del lenguaje en la adversidad, en el lenguaje que ha crecido en las peores circunstancias.
Alfabetos desesperados no es un libro discursivo en que se pretenda elaborar una tesis filosófica sistemáticamente argumentada, sino que trabaja, de modo preferente, apelando a la vía ejemplar y narrativa. Lo que el lector va absorbiendo en su lectura es una suma de historias, testimonios, comentarios, registros y anécdotas acerca de estas flores cultivadas al borde de la subsistencia, como señala el bello epígrafe inicial de Walter Benjamin.
El libro de Porzio es, entonces, una suerte de fresco pictórico que pone en escena el lenguaje en situación de extrema penuria. No es solo una especulación: lo muestra. Y lo que, en ese fresco, como en un mosaico hecho de múltiples fragmentos, vemos en acción es la imperiosa necesidad del ser humano de salir de su propio encierro interior, la urgencia de decirse a otro, de dialogar, aunque ese otro sea uno mismo, porque en el lenguaje se realiza el sujeto de forma plena. Y es por ello, porque en la mudez o la expresión, al ser humano se le va su ser, el libro de Catalina Porzio es un conmovedor inventario de humanidad, del esfuerzo ingenioso, sutil y extremo que han llevado a cabo hombres y mujeres para conservar su propia dignidad de tales en medio de grandes impedimentos.
Por cierto que
Alfabetos desesperados también hace un recorrido por el reverso de ese conato expresivo y, entonces, aquel mosaico es un ominoso destilado de las circunstancias que conspiran por privar al ser humano de esa poderosa y esencial virtualidad. En particular, Porzio hurga, siempre a través de casos concretos, en las motivaciones que, desde fuera, desde la sociedad y, sobre todo, desde el poder estatal se construyen y ejecutan para poner coto o suprimir esa pulsión comunicativa urgente, desesperada o tierna.
El libro se teje a partir de esa dialéctica, la dialéctica del ser humano a la vez como sujeto con voluntad de hablar y como sujeto con voluntad de suprimir el habla del otro. En ese eje se desliza la conjetura de que allí, en esa encrucijada dolorosa, en ese territorio de impedimentos, surgen las formas de lenguaje modélicas, las mejores flores, las más fuertes, curiosas, inesperadas, cargadas de sentido.
Es importante subrayar ahora la forma que ha escogido la autora para elaborar este libro: se trata de un conjunto de fragmentos, bastante breves, reunidos en capítulos, la mayoría o casi totalidad de ellos, citas. El libro dispone, para ayuda del lector, de un índice de referencias al final del volumen. La autora concurre en el prólogo —breve y preciso— y en algunos fragmentos —contados con los dedos de una mano— y concurre, sobre todo, en la selección y ordenación de las citas. La “autoría” que este libro plantea, ese filtro, mirada y forma de composición, es el núcleo de
Alfabetos desesperados. No solo resulta admirable el gigantesco número de lecturas —lecturas hechas al sesgo— de obras y textos en que solo oblicuamente se trata este tema, sino la finura de esas lecturas, la manera delicada en que se van colocando una al lado de las otras, algunas cayendo en el centro del blanco, otras en los márgenes, dialogando unas con otras de una manera en nada obvia, en una personal ilación, provocando resonancias que se prolongan en la mente del lector —virtuosamente— más allá del corazón del libro.
Catalina Porzio, con
Alfabetos desesperados, ha construido un libro inteligente y sensible en el que, sin ostentación ninguna, urde su propio y secreto alfabeto.