Durante muchos años, el Kintaro de calle Monjitas fue uno de los mejores restaurantes japoneses del centro. Entonces, cuando sus propietarios decidieron jubilarse, fue un puro cruzar de dedos. A poco de reabrir con nuevos dueños, se reveló como un verdadero templo dedicado a esa comida que se prepara lento (el caldo en particular) y se sirve rápido: el ramen. Con sencillez y obsesión en los detalles ranquean alto en lo que se ha convertido una moda maravillosa.
El problema es, como debieran saberlo bien, cuando se le agrega demasiada agua al caldo. Y eso les ha pasado al abrir una filial con vocación de bar en Alonso de Córdoba. Porque cuando hasta los fideos del ramen vienen pegados, el ethos japonés sería harto más duro que la mera descripción de lo ocurrido.
Primero: si cuatro de las escasas mesas en la terraza quedan en su mitad bajo el sol a la hora de almuerzo, debieran retirarlas o cubrirlas.
Segundo: el ramen es un plato que, por lo menos en Japón, llega a la mesa rápido y nunca lo haría ¡media hora! después de los entrantes. Y llega correcto en el pedido, lo que no fue el caso. Y preguntar si es necesario retirar los platos previos de la mesa, vacíos hace media hora, tampoco revela mucha viveza.
Tercero: cuando los platos —en este caso los dos ramen— se dejan casi llenos en la mesa al retirarse, si no se prende una alarma es porque definitivamente está apagada.
Esta experiencia partió con algunos de los aperitivos, que vendrían muy bien para acompañar la carta de cócteles del lugar. También ofrecen variedad de sakes y algunos whiskies japoneses. Pero en este caso se optó por una virginal agua sin gas y una cerveza japonesa que no era de las típicas, una Hitachino (a $4.500. Y se pidió una segunda, pero como nunca llegó, hubo que bajarla del pedido). Para partir, un fresco y algo picante pepino marinado con vino agridulce —mirín— y con abundante sésamo (pirikara kyuri, $5.900).
Luego fue el turno de un par de platos calientes. Esas bolitas de masa con algo de pulpo, takoyaki ($7.200), con sus manchas de salsa agridulce, escamas de bonito y un pote de mayo bien recibido. A la par, unas verduras en tempura ($7.900), las que venían crujientes, pero con exceso de mezcla, por lo que en un par de los vegetales el reboso venía semicrudo. Sobre la salsa para remojar, como se advertía que era “de la casa”, habrá que aceptarla. Pero una con más dashi y dulzor, menos densa, además, es la que saca lo mejor de esta delicada fritura.
Finalmente, fue el turno del Tonkotsu ramen ($8.900), hecho con un maravilloso caldo de chancho. Se pidió uno spicy, pero llegaron dos del clásico. Aparte de que traía cada plato solo una rebanada de chancho grillado (chashu), que en muchos otros locales no viene tan huérfana, los fideos venían —aparte de muy tarde— pegados en parte.
Por lo mismo, se hizo inevitable la retirada, sin paciencia para esperar esa segunda cerveza y dejando casi todo el plato, los dos, iguales.
Alonso de Córdoba 4134, Vitacura. 232875626