Qué diferencia la de comer dulces árabes frescos (un mix de mini cinco, a $3.000) y no de esos rescatados de algún entierro a lo Indiana Jones. Ojalá siga así la mano de este delivery llamado Más que hummus, porque este es un buen síntoma. Y también lo es que ofrezcan un postre como el knafeh ($3.000), que puede ser para uno (en verdad, es como para dos o tres), y que es un pastel que hay que calentar, para luego proceder a bañarlo con almíbar (que viene en un potecito). Es entonces que, al ir sacando bocados, se generan esos hilos interminables del queso derretido que lleva en su interior. Y se produce así una remembranza de algo tan antiguo como esa costumbre de abuelita (la propia) de comer las empanadas fritas de queso con azúcar flor. Esa sensación.

Pero ya: menos melancolía y más sabor. Porque cuando uno pide una crema de pimentones ($4.500), puede ser tan fome como se lee. Pero en este caso está aliñada y con nueces encima. Y es en ese instante que se podría recurrir al pan pita anexo, o también a trozos de una “pizza” bien singular, la esfiha ($5.000, y son cuatro), en este caso bañadas con una mezcla de especias, el zaatar. La verdad, es un aroma elegantoso, más propio de otro tipo de Oriente, como las mezclas marroquíes (estilo ras el hanout. Y el que sabe, entenderá). Estas esfihas también se pueden pedir con carne, lo que quedará para una próxima arremetida.

También en este envío se pidieron dos shawarmas, uno de pollo y otro de falafel ($4.500). Nuevamente fresco todo, y el falafel no en estado momificado (algo que ocurre y seguirá ocurriendo). Para completar, unas hojas de parra rellenas ($5.000), las que fueron lo menos intenso en aliño del pedido (hasta el yogur con especias tenía más personalidad).

Finalmente, se habría hablado del hummus de este lugar, pero fue pedido y no enviado (tampoco cobrado, ojo). Por esta situación, este comentario del Más que hummus se podría haber titulado “Menos el hummus”, pero el enojo (que ya se pasó) no es buen abono para la chacota.

Chile España 550, Ñuñoa.

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