Durante un taller sobre comunicación de las emociones, el P. Álvaro González, psicólogo de La Sorbonne, nos cambió a mí y a mi mujer.
Descubrimos que desconocemos los nombres de las emociones.
Tras el eclipse solar el lunes pasado, periodistas preguntaban: “¿Cómo se sintió?”. Silencio. El entrevistador sugería “¿Emocionada?” Y, claro, “¡emocionada!” respondía. Pero, ¿qué emoción sentía?
O bien la respuesta era “¡Increíble!”, aunque la ciencia haya explicado harto. “Emocionado” e “increíble” son palabras que no comunican mucho.
Para ayudar a precisar, Juan Casassus, doctorado en La Sorbonne, publicó en “La educación del ser emocional” esta lista de 24 emociones (transcrita en femenino): “afectuosa, agobiada, alegre, animada, angustiada, ansiosa, apenada, aproblemada, aterrada, celosa, desanimada, desesperada, encantada, enervada, entusiasmada, feliz, horrorizada, indignada, miedosa, molesta, rabiosa, satisfecha, triste, tensa” (http://bit.ly/38a6WDQ).
Con mi mujer aprendimos a comparar para precisar las emociones: “El eclipse me hizo sentir como si nadara a dos metros de profundidad”. O bien, “el eclipse me hizo sentir como cuando trabajo mucho en un guiso que nuestros amigos se comen en un santiamén”. Algunas personas podrán recurrir a un color: “Me hizo sentir violeta”. “Me hizo sentir” o “me hiciste sentir” ayuda mucho.
Casassus advierte que no revelan estados emocionales palabras como: abandonado, acogido, acusado, aislado, atrapado, culpado, despreciado, dominado… y más. Palabras que incluyen “interpretaciones y juicios, que apuntan a responsabilizar a otra persona como causante de lo que uno siente”.
Comunicar emociones sana más que comunicar ideas. “Son maravillosas y misteriosas”, me dice Casassus. Y las emociones constituyen una relación, nunca aparecen solas. Son difíciles de nombrar. El vocabulario es inadecuado y limitado. “Las emociones son procesos y el vocabulario las transforma en cosas fijas”.
Hablo con Milena Grass, doctora en literatura de la UC y directora del Núcleo de investigación Milenio Arte, Performatividad y Activismo (http://bit.ly/2KfK7Xp). Comunicar puede implicar que las dos personas ya saben quiénes son, conocen los nombres de las emociones, me dice. Expresar es distinto.
Expresar las emociones es otra cosa, confirma Casassus, la expresión no es de a dos. La expresión no nace de la palabra. Y la expresión no está dirigida a un otro, si así fuera, se convertiría en comunicación.
El cuerpo habla, dice Milena Grass, que ha estudiado especialmente las expresiones callejeras últimas.
Una pena puede responderse con una caricia.
Estas semanas de reencuentros, tal vez podamos evitar “increíble” o “emocionante”. Y nombrar, precisar, la emoción que sentimos.
Milena advierte sobre los condicionamientos, creer que uno “debe” sentir algo (alegría en Año Nuevo). Mejor identificar y compartir la verdadera emoción.
Especialmente, dice ella, ahora que no podemos tocarnos, la palabra toma relevancia.
Nombrando bien la emoción para comunicarla.