Me está cargando el Zoom. ¡Tantas reuniones!
Entretiene, sí, esa sonrisa en la cuadrícula de rostros. Esa mujer desconocida, comunicativa, que sí escucha la charla y reacciona.
Molestan algunos expositores que comparten pantalla, instalan interminables textos chiquititos, se esconden. Me hacen sentir rechazo ante tanta reunión remota.
Pero en ocasiones, como en estas semanas de Festival de la Ciencia, la oferta de seminarios en línea, de charlas, de demostraciones, me injerta a la pantalla. Mi mujer se preocupa y me alerta contra la luz azul que bombardea mis ojos, de veras produce insomnio.
Imposible apagar el aparato, a veces. Si algo me interesa, como la vida del futbolista Carlos Campos, sigo a otro video y a otro más. Más luz azul.
El www.festivaldelaciencia.cl me sedujo así. Me asombré ante la madeja de caminos que se me ofrecían. Por ejemplo, llegué a los videos para niños del Instituto Milenio de Biología Integrativa y entendí cómo un hueso duro se transforma en flexible (https://bit.ly/35rJCkI). Y más. Videos cortitos, bien hechos, directos.
Por algún desvío se me apareció el matemático y periodista deportivo argentino Adrián Paenza hablando en España (https://bit.ly/3nguCMK). Setenta minutos de placer compartido con un público joven gozoso en torno a “matemáticas para la vida real”. Era como estar viendo a Merlí, la serie de Netflix: un profesor de verdad.
El Festival de Ciencias funciona en la red. Confluyen, como a un río grande, tantas otras iniciativas. Por ejemplo, el 13º festival de aves de Chile 2020 (https://bit.ly/3eQQGe1), cuyo concurso fotográfico para profesionales y aficionados culmina este viernes.
Están presentes el teatro, se sumaron las charlas de Puerto de Ideas, los profesores y alumnos del programa Explora, de todo el país. Museos, grupos musicales…
Presentaron, e incluso hoy presentan, este lago para navegar al viento de la curiosidad. Y uno se encuentra con tanta orilla que visitar. Y la semana pasada, tantas personas distintas a mí con quien interactuar, como con el kinesiólogo del Teatro Municipal, Sat Jiwan Singh. Escuchar, ver.
Los estudiantes, la gente de a pie, los científicos, los profesores, los artistas se unieron en este compartir, en esta madeja cuyo hilo tienta a seguir más allá. Grandes y pequeñas acciones —algunas resultaron bien, otras no tanto— palpitando al compartido ritmo de la curiosidad.
“¿Por qué la música me para los pelos?” conversaron el jueves pasado Paolo Bortolameolli, director invitado de la Orquesta Filarmónica de Santiago, y Rodrigo Montefusco, doctor en ciencias biomédicas. ¿Qué tal la mezcla?
Los rostros que aparecen entusiastas, que no están ahí por reglamento, nos comunican; esto no es una tediosa reunión de oficina por Zoom.
La autoridad del Ministerio de Ciencia consiguió despejar las vías de ida y vuelta por este ovillo con hilos de distintos calibres, del 1 al 7. Es cosa de tirar una punta y ver dónde se llega.