Cecilia (Daniela Ramírez), la protagonista de “Matar a Pinochet”, se ha llamado Mariana y Tamara desde que se metió en el cuerpo de otra persona, que es lo que dice su voz en off, a veces reflexiva y en ocasiones demasiado reflexiva, acaso porque es una presencia del pasado y aparentemente del futuro.
En el presente es Cecilia, apodada Chichi por su hija y Chechi por su padre, acaso un error de continuidad o quizás otro ejemplo de sus muchos nombres, para una chilena que proviene de un sector privilegiado y que se convirtió en un ave extraña no solo para su clase social, sino también para cualquier origen, porque su oficio, al igual que sus nombres, serán múltiples: guerrillera, terrorista, asesina, heroína.
Juan Ignacio Sabatini, codirector del muy buen documental “Ojos rojos” (2010), emprende su primera película en solitario, con el eje de una emboscada que falló el blanco principal: Augusto Pinochet, en septiembre de 1986, por la cuesta Las Achupallas, hacia el Cajón del Maipo.
Sebastián Alarcón, un cineasta que se hizo en Moscú y que ya murió, filmó una película sobre el atentado: “Cicatriz” (1999).
Casi un década más tarde, el 2007, se publicó el libro en el que se inspira el guion de esta película: “Los fusileros. Crónica secreta de una guerrilla en Chile” de Juan Cristóbal Peña.
Se trata, claro, del título: “Matar a Pinochet”, pero Sabatini se concentra en esa mujer del Frente Patriótico Manuel Rodríguez y en las consecuencias de la transformación: Cecilia y su familia, sus varios nombres y con el resto de sus compañeros son personas convertidas, y para eso el disfraz, apenas conocerse y la mezcla de miedo con desconfianza, así que en cada esquina se mira a un lado y a otro, incluso se escudriñan entre ellos, para seguir tensos e intranquilos.
Eran, en principio, un exseminarista, una socióloga, estudiante de teatro, un escolar, el fisicoculturista y algunos, además, comandantes de un grupo entrenado en Cuba.
No hay épica en “Matar a Pinochet”, lo que hay es un tono de derrota triste, donde lo único más confuso que la traición es imaginar un atentado exitoso, después del plano del Mercedes detenido en mitad de la carretera, sin protección ni armadura, con los cerros al fondo y el cielo por lo alto. Una postal de lo que no fue: tomar el cielo por asalto, y con el tiempo convertirse en una nota a pie de página en los libros de historia.
Sacha (Gastón Salgado), uno de los fusileros y obrero de La Pincoya, que alguna vez se apodó Claudio, pero que en realidad es Juan, aparece junto a los créditos, porque es de los pocos que quedan con vida.
¿En qué tipo de gente se transformaron? ¿Los usaron, se quedaron solos, sirvió de algo convertirse en carne de cañón? ¿Guerrilleros devotos, terroristas iluminados, asesinos implacables o héroes olvidados?
La película y la respuesta están entre todas las anteriores y acaso en ninguna de las anteriores.
Nadie dijo que sería fácil.
Chile-Argentina-España, 2020. Director: Juan Ignacio Sabatini. Con: Daniela Ramírez, Cristián Carvajal, Gastón Salgado. 85 minutos. PuntoTicket.