Tras este nuevo local de La Reina, que acaba de abrir además una filial en Vitacura, pareciera haber un trastorno no diagnosticado. Porque cuando entre sus concretas loas al pollo (partiendo por su nombre/declaración de amor) llegan a inventar ¡un sándwich hecho con una hamburguesa entre pollos fritos! (bautizado, para más inri, como “Vaca y pollito”), saltan todas las alarmas del botiquín con estrellita verde. Bueno, esto, si no se ha probado aún la mano del lugar. Porque una vez testeadas algunas de sus recetas (y quedará la ya mentada para algún fan del Cartoon Network, porque igual hay que cuidarse, un poquito que sea), hay que decirlo: ojalá que nunca cambien. Que sigan experimentando y que enloquezcan nomás, que exhiban en las redes su pasión desmedida y sin vergüenza por lo que hacen, porque si esta emotividad extrema se suma a lo que llega por el delivery, todo calza… Pollo (oj, oj).
Entonces, para comenzar, unas bolitas fritas de queso crema con pedacitos de jalapeño ($2.490). Sencillez y perfección. De vicio.
Luego, tres sándwiches se pidieron. Primero uno más tranquilito y menos experimental, el Tuto p'allá, tuto p'acá (se escribe así, cabros, no pa'allá ni pa'acá, a $5.900), con queso fundido y cebolla encurtida. Una buena forma de probar más claramente el sabor del pollo frito: inédito de bueno, crujiente y sabroso. Y no tan especiado con pica, como el del KFC. Luego uno con su nombre en coreano ($6.400), con una salsa picante (gochuyang seguramente, pero con algo más, o a lo mejor eran los pepinillos dulces) que, sorry, pero venía algo excedida y bañando gran parte del pan por fuera. Algo a solucionar, porque no se trata de una torta ahogada de Guadalajara, nadando en ají, vaya.
Finalmente, un sueño hecho realidad: un sándwich de tofu frito con tremendo pedazo de este queso de soya, nuevamente frito, y en esta variante llamada Los pollos hermanos con palta, pebre y jalapeños ($6.900). Un sueño vegetariano hecho realidad y, esperamos, que cuidando al máximo cualquier contaminación cruzada en medio de tanto pollo (y ni se imaginan cuántas cosas con un mínimo de cuajo animal no comen los vegetarianos. Si hay hasta tofus con trazas animales que quedan ahí, desechados. Un mundo complejo e intenso, el verde).
De postre, un browcano ($3.900), ofrecido como la cruza entre un brownie y un volcán de chocolate al que habría que hacerle test de paternidad, porque de lo volcánico, poco. Riquísimo igual, pero lo antes dicho. Y además venía en un frasco (y es importante que la foto de lo ofrecido sea igual o parecida a lo que llega, plis). En cambio, el flanstagram ($3.900) sí fue una experiencia tanto más exitosa: viene en un tarro, con lo que uno recuerda ese manjar hecho de leche condensada en la olla a presión. Tiene esa textura densa pero, además, al fondo hay salsa de caramelo. Entonces, el shock de azúcar está doblemente asegurado, uf.
Entonces, en resumen: nada de medias tintas ni medios sabores. Fomedad, cero.
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