Reinventar cómo mantener nuestras amistades ha sido un duro desafío durante la pandemia para todos, cómo estar presente en las fechas significativas, cómo acompañar cuando se producen pérdidas irreparables, cómo celebrar los logros de los otros y tantas otras situaciones en que el acompañamiento es tan necesario. Y si ha sido complejo para los adultos, lo ha sido aún más para los niños, que han tenido que aprender nuevas formas de vincularse y de realizar sus intercambios personales. Ellos se relacionan más a través del juego y el movimiento mientras más pequeños son. Una carencia de estos espacios no solo afecta su bienestar emocional, sino que además interfiere en la formación de los circuitos cerebrales en el área social.
La amistad es, sin duda, un lugar de gran felicidad y privilegiado para que los niños y los adolescentes comiencen a construir relaciones de intimidad. Constituye un espacio desde el cual se aprende a explorar mundos diferentes de los propios y se aprende a conectarse con las necesidades y las emociones de los más cercanos.
A pesar de las dificultades, es un poderoso vínculo pero no exento de complejidades, en la medida que los niños están aprendiendo a vincularse. Hasta la mejor de las amistades pasa por altos y bajos. Los padres deben cuidar de no involucrarse excesivamente en los conflictos entre los niños y dejar espacio para que sean ellos quienes negocien sus decisiones y resuelvan sus desacuerdos.
En “La niña perdida”, de la saga de Elena Ferrante, la autora sostiene: “Toda relación intensa entre seres humanos está plagada de cepos y si se quiere que dure, hay que aprender a esquivarlos”.
Esta novela describe la amistad desde la infancia a la edad adulta con una enorme influencia mutua y que pasa por múltiples facetas, distancias, dudas, rivalidades, pero siempre presente y acompañándose desde complicidades muy profundas.
Dicen los ingleses, que son pioneros en los trabajos de tutorías entre pares, que nadie ayuda más a un niño que otro niño, y es verdadero. Es tiempo de pensar cómo podemos hacer ahora y cómo podremos hacer en el futuro para compensar a los niños, por las menores oportunidades y espacios para desarrollar los tan necesarios vínculos