El proyecto de permitir un nuevo retiro de los fondos previsionales avanza de manera inexorable. De nada sirve que la OCDE reaccione asustada, o que economistas de izquierda y derecha digan que es una locura. Como gran novedad, esta vez se dice que las personas acomodadas tendrán que pagar impuestos por el beneficio. ¿Por qué lo afirman ahora, si ya en la anterior oportunidad se había advertido que —entre otras consecuencias negativas— la medida iba a aprovechar a quienes no la necesitaban? El tema es muy interesante y exige hacer algunas distinciones.
Partamos por aquella derecha que favoreció el retiro. Esos parlamentarios no oyeron las advertencias que venían de todos los sectores, como tampoco escuchan las que se hacen ahora: se encuentran en un estado emocional que no les permite entender argumentos incómodos. Esta derecha piensa que tiene un contacto privilegiado con el pueblo y que es distinta del resto de los políticos de Chile Vamos. No está dispuesta a pagar los costos que trae consigo negarse a adoptar medidas impopulares. De paso, se desmarca de su propio gobierno, caído en desgracia.
El caso de la izquierda es muy distinto. Más allá de la ingenuidad de algunos, lo que interesaba a sus estrategas con el primer retiro era introducir un forado en el sistema; que “los ricos” sacaran provecho de la iniciativa no era relevante en ese momento.
No me digan que se trataba primeramente de ayudar a las personas en necesidad, pues había otras maneras de hacerlo, que tenían muchas ventajas en términos de solidaridad y nos habría significado un sacrificio a nosotros, los más pudientes. Pero la izquierda las descartó porque eran estratégicamente malas, ya que no permitían horadar el sistema, que era un objetivo irrenunciable.
La medida adoptada se llevó a cabo de la peor forma posible. Bajo la apariencia de conceder un beneficio, significó decir a los chilenos vulnerables: “Este es un problema suyo y arrégleselas como pueda en el futuro”. En vez de ayudarlos en serio, se les facilitó utilizar un dinero que en su vejez necesitarán con urgencia.
En esta nueva oportunidad, la izquierda demoledora del “sistema” puede afinar mejor la puntería. Para conseguir los votos necesarios propone que esos retiros estén sujetos a impuestos en el caso de los más adinerados. Así tranquiliza la conciencia de cierta derecha “social” y de la centroizquierda moderada, que sienten que de esa forma corrigen un abuso.
Todo esto nos lleva a una cuestión importante: ¿por qué tantos chilenos se acogieron a esa posibilidad que no necesitaban y retiraron su 10%? ¿Son gente insensible, que simplemente quiere aprovechar de ahorrarse unos impuestos? ¿Es una expresión más de la insensibilidad de las élites?
Me temo que la respuesta bien podría ser otra. Esas personas simplemente han leído el diario en los últimos años y actúan en consecuencia. Conocen, por ejemplo, la experiencia argentina, donde los Kirchner promovieron y lograron el control estatal de los fondos privados de jubilación sin mayor resistencia popular. Con eso financiaron la gran fiesta peronista. Les permitió repartir subsidios a diestra y siniestra, acrecentar el poder sobre millones de electores y, de paso, hacer otras cosas que prefiero no mencionar.
Las políticas demagógicas con cargo al dinero de los cotizantes argentinos llevaron a que, tras el paréntesis del pésimo gobierno de Macri, el kirchnerismo recuperara el poder sin mayor problema: es lógico, había dejado un recuerdo imborrable en sus compatriotas.
Volvamos a Chile, que es nuestro tema. Las personas que retiraron su 10% sin estar en dificultades no pretendían hacer un buen negocio: simplemente se estaban protegiendo. Ellas saben que en el sistema previsional hay unos 200 mil millones de dólares y que ese es un botín que pocos políticos de aquella izquierda que hoy prevalece estarán dispuestos a perderse. Temen que en Chile se repita la experiencia argentina y que un gobierno demagógico les expropie sus fondos previsionales. Y eso a nadie le gusta.
Aunque comprendan esa conducta defensiva, muchos no han aprovechado esa posibilidad. Esa omisión, que es irracional desde el punto de vista económico, se funda en razones estrictamente políticas. Es una silenciosa protesta. Ciertamente, las AFP no se preocuparon de legitimarse ante la ciudadanía; los diversos gobiernos no se atrevieron a subir la cotización y todo eso facilita ahora la tarea destructiva de la izquierda; pero hay que defenderlas, porque hoy son víctimas de la posverdad y las consecuencias las pagaremos caro.
No estaría mal que los parlamentarios de derecha y de la izquierda moderada que se declaran “abiertos” a aprobar un nuevo retiro del 10% reconsideraran sus posiciones. Lo que aquí se discute no es cómo ayudar a los chilenos necesitados (en eso estamos todos de acuerdo); tampoco se debate acerca de la necesidad de corregir nuestro sistema de pensiones. Lo que está en juego es si mantenemos una barrera que hace más difícil, aunque no imposible, la acción de un futuro demagogo de izquierda, centro o derecha. Porque los demagogos necesitan plata y en Chile está muy claro dónde está: en los fondos de pensiones.